Editorial
El Mundo, Medellín
Octubre 10 de 2009
Sólo dentro de cuatro años se podrá saber qué tan exitoso ha sido el presidente de los EEUU en sus esfuerzos por la paz del mundo.
El Comité Nobel noruego otorgó ayer el Premio Nobel de Paz 2009 al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en una decisión que tomó por sorpresa a todo el mundo, empezando por los propios estadounidenses, ya que, como está establecido, el período de postulaciones se había cerrado el primero de febrero de este año, a sólo un mes de iniciado su mandato, y esa circunstancia hacía que lo dieran por descartado los expertos en cábalas y las casas de apuestas que, de año en año, lanzan la consabida “lista de nominados” – que nadie conoce oficialmente – y dentro de ella a sus favoritos.
El propio presidente Obama se mostró “sorprendido y honrado” con el Premio y reconoció modestamente que no recibe el galardón como “un reconocimiento a sus propios logros” sino a las metas que se ha fijado en su gobierno. “No tengo la impresión – dijo – de que merezca estar en la compañía de tantas personalidades transformadoras que han sido homenajeadas con este premio”. En realidad, el Comité noruego, en una decisión política que más parece un desafío y un reclamo a la acción del líder de la mayor potencia del mundo, se la jugó por las expectativas y esperanzas que aquél ha sembrado, aun cuando, según el legado del fundador Alfred Nobel, este premio se otorga “a la persona o institución que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”, y sólo dentro de cuatro años se podrá saber qué tan exitoso ha sido el presidente de los EEUU en sus esfuerzos por la paz del mundo.
El presidente Obama enfrenta una guerra en Afganistán y una lucha contra el terrorismo fundamentalista de pronóstico reservado; apenas está dando los primeros pasos para el relanzamiento, bajo su liderazgo, de los diálogos de paz en Oriente Medio, y su intervención personal más reciente en ese conflicto fue la cumbre trilateral en Nueva York con los líderes de Israel y Palestina, con los que, aparte de ser muy franco en lo que EEUU esperaba de cada uno en aras de la paz, no consiguió compromisos muy claros. En lo que sí nos parece que ha conseguido un avance importante es en el deshielo de las relaciones con Rusia, en arrancarle un compromiso para emprender negociaciones para un nuevo tratado de reducción del arsenal nuclear, que sustituya al actual Start, que expira en diciembre y en conseguir su respaldo a una política más firme por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas contra las pretensiones atómicas de Irán y Corea del Norte.
Como dice en alguna parte del fallo, la visión de un mundo libre de armas nucleares de Obama “ha estimulado poderosamente las negociaciones de control y desarme”. El Comité reconoce sus “esfuerzos extraordinarios por reforzar la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”. Y agrega: “Durante 108 años, el Comité Nobel Noruego ha buscado estimular precisamente esa política internacional y esas actitudes de las que Obama es ahora el nuevo portavoz mundial… Sólo rara vez una persona ha capturado con el mismo alcance la atención del mundo y dado a su gente la esperanza de un futuro mejor. Su diplomacia se basa en el concepto de que quienes lideran el mundo deben hacerlo sobre la base de valores y actitudes compartidas por la mayoría de la población mundial”.
Ante la categoría del ganador, queda para la historia, como otro episodio de la picaresca nacional, la falsa ilusión que aquí se hicieron muchos, de que el Premio pudiera quedar en manos de la senadora Piedad Córdoba, postulación que muchos voceros de la opinión pública tomaron ingenuamente en serio, incluidos nosotros, lamentablemente, pues titulamos ayer en primera página “Piedad Córdoba está muy cerca del Nobel” –ni siquiera nos precavimos de usar el hipotético “estaría” – dando total crédito al pronóstico interesado y poco serio de una casa de apuestas británica, que por cierto nunca ha acertado.
JM Noticias.com es una página web alojada en One.com, dirigida desde Copenhague, Dinamarca, que, con conocimiento de causa, publicó el 27 de febrero de 2006 una crítica mordaz, titulada “El autobombo de los nominados al Premio Nobel de Paz”, que cae como guante al dedo para la situación presente. Según esa publicación, “a principios de febrero de todos los años, un sinfín de variopintos personajes de todo el mundo, especialmente de la clase política, se vanaglorian de que sus nombres aparezcan en la llamada ‘lista de nominados’. Sin embargo, tras el cierre del período de admisión de candidaturas el primero de febrero, lo único que se sabe es el número total de admitidos y nada más. Los nombres son un secreto que sólo conocen los cinco miembros del Comité del Nobel Noruego y no serán revelados hasta pasados 50 años”. Se explica allí que, para evitar que se crea que hay influencias o presiones sobre los jurados, el Comité aplica a rajatabla el reglamento que ordena descartar aquellos personajes cuyas nominaciones hayan sido hechas públicas por ellos mismos o por sus promotores.
En ese año de 2006, figuró como nominado al Nobel de Paz el coronel-presidente Chávez y el rumor fue que su postulación fue obra de un grupito de parlamentarios socialistas españoles, interesados en mejorar su imagen internacional a cambio de una compensación y a modo de agradecimiento por comprar aviones militares en España. Habrá que esperar medio siglo para saber, a ciencia cierta, si el par de amigos de las Farc figuraron en la misteriosa “lista de nominados”. Como se supo, apenas hace unos pocos años, que lo fueron Hitler, en 1939, nominado por el Parlamento sueco, y Stalin dos veces, en 1945 y en 1948, nominaciones absolutamente estrambóticas si se miran con la perspectiva con que hoy se exalta a un pacifista de verdad, como el presidente Obama.
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