jueves, 8 de octubre de 2009

Oslo no es Cartagena

Ernesto Yamhure

El Espectador, Bogotá

Octubre 8 de 2009

Andan diciendo que Piedad Córdoba conquistará el Premio Nobel de Paz. Hace un par de días oí a un periodista, de esos que parecen un mar de conocimientos con media falange de profundidad, asegurando que la “candidatura de Piedad es muy fuerte”.

Veámoslo a la luz de tranquilidad y no caigamos en el tropicalismo que a veces nos asfixia, partiendo por recordar que aquellos premios no se asignan con los mismos criterios que imperan en los reinados de Cartagena, donde hay palos y favoritas.

No está de más aclarar que en los Nobel no hay candidatos ni aspirantes. No. Allí hay personas u organizaciones en calidad de postulados, cuyos nombres pueden emanar de los gobiernos, asambleas, cortes internacionales, rectores universitarios, profesores, personas que hayan ganado el premio y miembros activos o retirados del Comité Noruego para el Nobel —de los seis premios, cinco (Medicina, Física, Literatura, Química y Economía) son entregados en Suecia y uno, el de Paz, en Noruega—.

Mañana el Nobel de Paz de 2006, Muhammad Yunus —fundador del famosísimo banco de los pobres— le anunciará al mundo el nombre del ganador del premio, que será escogido de un grupo de 205 personas —entre ellas Piedad Córdoba— y 33 organizaciones. No hay una preselección, ni mucho menos un sondeo sobre cada uno de los nominados. Entonces, ¿de dónde habrán sacado la calentana historia de que la colombiana “tiene muchas posibilidades de ganar”?

Insisto: el Nobel no es un reinado de belleza. No hay chaperonas ni vestidos extravagantes. Es un evento puramente académico que busca hacerles un reconocimiento a los mejores en las diferentes áreas. El año pasado decían que Íngrid Betancourt iba a hacerse con el premio, que todo estaba listo, que su “candidatura era imparable”. Puras pamplinas: se lo ganó quien más lo merecía, el ex presidente finlandés Martti Ahtisaari, un hombre que ha dedicado su vida entera a la búsqueda de la paz en diferentes rincones del planeta.

Por supuesto que Piedad Córdoba ha hecho una labor importante por los secuestrados. Sería obtuso desconocerlo, pero más lo es si no le damos una mirada al conjunto de su proceder. Para lograr la paz no es necesario contemporizar con la contraparte y ella sí que lo ha hecho. No viene al caso hacer un inventario pormenorizado de sus múltiples salidas en falso, sus declaraciones de amor a las Farc o de las imprecisiones y mentiras a que ha acudido para imponer su agenda al costo que sea.

Es posible que Oslo resuelva darle el Nobel. Si eso llegara a suceder, estaríamos frente a un hecho político interesantísimo: la dirigente con mayor imagen negativa en el interior del país pasaría a convertirse en una figura de talla mundial.

Pero el problema grande será con las Farc. Habrá quienes crean que el Nobel cayó en manos de la institucionalidad, razón por la que esperarán que éste contribuya a la desmovilización de la guerrilla. Paradójicamente, los herederos de Tirofijo, torpes como pocos, asumirán ese premio como algo suyo. Entonces, la pugna para determinar a quién le corresponde el Nobel será fascinante, porque Hugo Chávez, patrón y guía de Piedad, también querrá que se le reconozca lo suyo.

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Supe por boca de un importante desmovilizado de las Farc que Alfonso Cano ordenó mi muerte, acción que le fue encomendada a la Red Urbana Antonio Nariño (Ruan). ¿Ese matón estará creyendo que sus sicarios me asustan?

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