Mario Fernando Prado
El Espectador, Bogotá
Octubre 9 de 2009
Me indignó como vallecaucano que en cierta cadena radial de cuyo nombre no quiero acordarme, el director de su noticiero, seguramente por hacer un chiste culo le puso a Buenaventura la chapa de “Puerto Caleta”.
Allí está pintada —pensé y lo escribo— la gran prensa nacional.
Aquella que tiene corresponsales en la provincia a la cacería de noticias que alimenten el morbo de la violencia, la corrupción y el narcotráfico —para no hacer más extensa la lista—, dándoles sangre a los vampiros del rating.
Aunque he sido crítico a veces excesivo del “bello puerto del mar”, debo reconocer que su realidad es muy distinta a la que casi siempre se muestra en los medios y no podemos quedarnos sólo en los lunares que no son de Buenaventura sino de Colombia entera.
Si bien hay graves problemas de desempleo, sicariato, guerrilla y paramilitarismo —también para no hacer más larga la lista—, igual en el otro lado de la balanza hay motivos para el optimismo, distintos a los que mediáticamente se están presentando por cualquier circunstancia adversa que le aflige y que, repito, no es única en Colombia.
El denodado periodista autor del remoquete con su jua jua jua burletero ignora que se está adelantando la doble calzada al Puerto, que es de lejos el más importante y rentable de Colombia. Que se está construyendo un puerto de contenedores. Que se está adelantando el puerto de agua dulce. Que la Sociedad Portuaria ha acometido obras multimillonarias. Que tiene el único ferrocarril multimodal que opera en el país, entre otras cosas.
Lo anterior significa desarrollo y progreso para generar empleo, mejorar la calidad de vida de sus habitantes, dotarlos de vivienda —los dólares de las caletas son para eso— amén de salud y educación.
Pero ante todo las obras que se están desarrollando son para beneficio de Colombia entera que dicho sea de paso ni le retribuye ni le reconoce a Buenaventura lo que le significa para las importaciones y las exportaciones de este país que sigue estando de espaldas a su problemática.
Ojalá esos periodistas de cuello blanco conocieran de primera mano la otra cara de este puerto que está saliendo del olvido al que le hemos sometido por años y años.
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