José Obdulio Gaviria
El Tiempo, Bogotá
Octubre 7 de 2009
El impresionante asalto de los enemigos de Uribe a los fortines del periodismo colombiano nos tiene viviendo en el más extraño de los mundos: una cosa es la realidad y otra cosa, diametralmente opuesta, es la pintura que de ella se hace.
Monte usted en un taxi, hable con los tenderos, ponga conversación en un restaurante, pregúntele a cualquier empresario y, siempre, en porcentaje de ocho a dos, le dirán que hasta el 2002 todo andaba manga por hombro, pero que, gracias a Dios, llegó Uribe y hay una mejoría enorme.
Lean, en cambio, a Cambio o a Semana, u oigan ciertas cadenas radiales. Según ellos, vivimos peor que en Sierra Leona, estamos en guerra civil, aquí la única oposición respetable es la oposición armada.
¡No vengan por aquí, turistas, gritan, que esto es un infierno! ¡Cuidado, militantes de la izquierda, que aquí juegan tiro al blanco con ustedes! ¡Atento, magistrado tal, que aquí funciona una Gestapo que lo perseguirá hasta matarlo, le chuzará sus llamadas! ¡Pilas, pida protección de la Corte Interamericana! ¡Ojo, aquí se gobierna para los ricos, a nadie le interesa combatir la pobreza! ¡Mentira, esas dobles calzadas, esos puentes, esos transmilenios son virtuales, no existen! ¡Carreta! ¿Cuál cobertura masiva de salud y educación? Así hablan, así escriben.
Esos medios se autocalifican como los representantes de la objetividad y la inteligencia. A los demás nos consideran como los borregos brutos, resignados y obedientes. En esa dirección, fue de antología la carátula 'La clase dirigente contra las mayorías'. Ahora les dio por quejarse de los resultados de las encuestas que ellos mismos contratan y se quejan de que Uribe esté 'Muerto de la risa', en lugar de estar achantado y achicopalado con sus calumnias.
Qué maromas tan bravas las que tienen que hacer los pobres comunicadores asalariados para meter la realidad -que es tan terca y tan empeñosa- entre los palos de sus artículos infundiosos. Qué carantoñas se vieron en las redacciones cuando les llegó el informe de la ONU en el que se demuestra que, después de China, Colombia es el país que más progresa en calidad de vida de sus habitantes. ¿Cómo engavetamos, o tergiversamos, o soslayamos esta información?, se preguntaron. ¡Qué vaina!, ¡cómo irá a ser otra vez la risa de esos zoquetes uribistas!
Pero están metidos en la sinsalida. La gente ya no les cree el cuento de que son objetivos y no unos simples militantes de una causa ideológica y política. ¡No! La gente entendió que suscribirse o anunciar en esos medios es un acto de militancia anti-Uribe. Eso les garantiza tener una cantaleta semanal contra el referendo, contra los ministros, contra las Fuerzas Armadas.
Y, al contrario, qué defensa semanal hacen de los cómplices de la 'Farcpolítica', de un militante de una banda terrorista capturado en México, de la línea radical del Polo; en fin, de todo lo que tenga que ver con las acciones de la bigornia.
Un ejemplo de que la gente ya no traga entero, de que se descubrió su trampa, es la carta de Rodrigo Salazar Giraldo cancelando su suscripción a Semana. El estilo literario es de una factura impecable y el contenido no podría ser más convincente. Hay que ver su éxito en la web. A mí me llegó por diez vías distintas.
Salazar denuncia que hay un empeño en que "la violencia vuelva a entronizarse en este lacerado país" y lo demuestra con dos ejemplos: los informes SEMESTRE NEGRO y COLOMBIA AISLADA. Es una apología insólita e inaceptable al terrorismo, eso me rebosó la copa y no voy más como suscriptor. Eso dijo Salazar.
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