Editorial
El Mundo, Medellín
Octubre 5 de 2009
Estos guiños nos permiten esperar que se esté presentando, por fin, un cambio de actitud en la dirigencia política panameña frente a esta iniciativa, injustamente vilipendiada
En el consejo comunal del pasado sábado en Apartadó, el presidente Uribe anunció la aprobación por el Conpes de la construcción de las obras del tramo Tapón del Darién de la Carretera Panamericana. Con esta disposición comienza a materializarse una iniciativa largamente estudiada en el continente e impulsada por nuestros gobiernos y congresos, que sucesivamente han ratificado su conveniencia para el desarrollo de los pueblos y la protección de las comunidades y las riquezas naturales de esa exuberante región, sometidas a graves amenazas debido a la ausencia de un sistema vial que permita disponer de vigilancia estatal permanente. Del mismo modo, la medida abre una posibilidad al nuevo gobierno de Panamá, que ha dado muestras de interés por la Carretera, para avanzar hacia la construcción de los 107.4 kilómetros del tramo Lomas Aisladas-Yavitza.
Las obras del Tapón del Darién están incluidas en el conjunto de proyectos aprobados en la obra que el Gobierno ha llamado “Transversal de las Américas”, las cuales se prevé que tendrán un costo de $8.5 billones, de los cuales el Gobierno invertirá $6.5 billones, y que se ejecutarán por concesión. El sector que corresponde a Colombia incluye el puente sobre el río Atrato, y las obras complementarias, desde Palo de Letras hasta Loma las Aisladas, con una longitud de 50.9 kmts.
La apertura de las licitaciones, anunciada para mediados de octubre, marcará un interesante punto de inflexión para esta iniciativa, que el país ha esperado desde hace más de sesenta años, primero por su aprobación en sucesivos Congresos Panamericanos, en los que Panamá también adhirió al proyecto; luego en su definición con la “Ley por la cual se incorporan unas carreteras al plan vial y se define la carretera Panamericana Panamá-Bogotá”, aprobada en el año de 1959, y finalmente en lo que definimos como su consolidación, con el estudio ambiental realizado a instancias de Invías y que confirmó el trazado que ahora se adjudicará. Además, y honrando su palabra, Colombia cumple con los compromisos que habíamos asumido en previas reuniones del Plan Puebla-Panamá, en las que el Gobierno Nacional confirmó la ejecución del proyecto e instó a Panamá a realizar lo propio en el tramo Palo de Letras-Yavitza, el único pendiente de ese lado para la integración del continente.
La confirmación por Colombia de su voluntad de terminar el tramo del Tapón del Darién llega cuando el nuevo gobierno de Panamá ha mostrado su apertura hacia la iniciativa, en actitud refrescante frente al persistente y equivocado rechazo de los últimos gobiernos, posición que llegó al fanatismo en la cerrada oposición de Samuel Lewis Navarro, vicepresidente y canciller del gobierno de Martín Torrijos. En reunión de los jefes de Estado de Mesoamérica realizada el pasado julio, cuando apenas llevaba un mes en el poder, el presidente Ricardo Martinelli hizo su primer guiño a favor de la Carretera, manifestando la posibilidad de estudiar su construcción conservando el trazado previsto en los diseños que han sido aprobados por los países americanos. Sin que haya llegado a aceptar plenamente la obligación de cumplir los compromisos contraídos por los gobiernos del general Torrijos y sus predecesores, que habían comprometido sus esfuerzos con la gestión de la obra frente al gobierno estadounidense, estos guiños nos permiten esperar que se esté presentando, por fin, un cambio de actitud en la dirigencia política panameña frente a esta iniciativa, injustamente vilipendiada por quienes se creyeron nuevos dueños de Panamá.
Tenemos plena confianza en que voces como la de Omar Jaén Suárez, historiador, geógrafo, diplomático panameño y columnista del Panamá-América, comiencen a prevalecer sobre los que han torpedeado la ejecución del proyecto. En artículo del pasado abril que reprodujimos en estas páginas, el doctor Jaén lamentó la parálisis del proyecto, situación sobre la que denunció el papel de “dirigentes panameños, (que) en vez de ejercer su responsabilidad de orientar a la población, han tomado el camino fácil de plegarse a la encuesta de opinión manipulada por la burda propaganda xenofóbica, anticolombiana y el recuerdo lejano de 1903”. Y para que no queden dudas de que su apoyo obedece al reconocimiento de los beneficios de la obra para Panamá recordó, entre otros, que su país ganaría el acceso “a un mercado de casi 80 millones de habitantes, de Colombia, Venezuela y Ecuador, descubierto sólo por los comerciantes de la Zona Libre de Colón, al alcance de la mano de todos”, además de que “quedaría al fin en un cruce de caminos y recibiríamos por tierra productos más baratos de Sudamérica”.
Por ahora, pues, parece que por fin también en Panamá se consolida un equipo dispuesto a desmontar las falacias con que algunos grupúsculos se oponen a la culminación de esta magna obra. En esa circunstancia, la determinación colombiana de ejecutar su parte de la vía le da al presidente Martinelli oportunidad para impulsar corresponsablemente la construcción del corto tramo panameño (56.6 km) que falta para hacer de América un solo continente.
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