Mario López Castaño
El Tiempo, Bogotá
Enero 2 de 2010
En proximidades de las elecciones para cuerpos colegiados y Presidente de la República, el liberalismo, en sus distintas vertientes ideológicas, como son la oficialista y de oposición al Gobierno; Cambio Radical, uribista pero anti reeleccionista, y la uribista, afecta en su gran mayoría a la reelección, acusa tal vez insalvables dificultades en función de su unión, con proyección a un mejor posicionamiento electoral y, desde luego, como opción de poder. A esta aguda crisis del liberalismo contribuyeron en buena parte, en primer lugar, la disidencia liberal de Uribe para acceder inicialmente al poder; en segundo término, su primera reelección y, finalmente, su indefinición hacia su tercera administración. Es de anotar que ninguna de las tres fracciones del liberalismo sale bien librada de su profunda división.
El liberalismo oficialista quedó huérfano de liderazgo ante la renuncia sorpresiva e inoportuna de su presidente, César Gaviria, en momentos cruciales de la política partidista con miras a los próximos debates electorales. Así las cosas, el oficialismo liberal parte hacia la contienda electoral con un presidente de bajo perfil de liderazgo, y prueba de ello la constituyen sus vacilaciones en el tratamiento que ha sostenido con los líderes de Cambio Radical y del Polo Democrático para eventuales uniones dirigidas a enfrentar al candidato de la coalición de gobierno. Es de destacar que el bajísimo porcentaje del 7 por ciento que alcanzó la izquierda en la encuesta sobre preferencias de ideologías políticas, y que afectó al Polo, desestímulo los futuros consensos con esta corriente política. Como consecuencia de lo anterior, la colectividad de Pardo no logró ningún acuerdo y correrá sola hacia la disputa presidencial.
En lo que respecta a Cambio Radical, si bien su líder, Germán Vargas Lleras, no sale favorecido en la reciente encuesta electoral, su firme decisión de no pactar acuerdo alguno con movimientos políticos de izquierda, de darle continuidad a la seguridad democrática y apoyar sin restricciones el acuerdo con los Estados Unidos sobre el empleo de bases militares colombianas, posiblemente le deparará buenos dividendos electorales por parte de los seguidores del actual gobierno. De otra parte, el ala uribista del liberalismo, bajo el liderazgo de Juan Manuel Santos, se aproxima a un acuerdo con Cambio Radical, del cual se excluye la reelección, pero apuntando a las mayorías parlamentarias que legislarán en favor del pueblo.
De todo lo anterior se desprende que, en el marco del análisis sobre el futuro del liberalismo, visiblemente fragmentado, el sector oficialista y de oposición muestra una tendencia a su progresivo aislamiento como colectividad política partidista, a menos que busque una fusión con las otras alternativas liberales. Otra responsabilidad de la debacle liberal se le atribuye a la ausencia actual de verdaderos líderes que hayan antepuesto sus intereses burocráticos y personales a los del partido, en procura de su mejor destino. Queda, entonces, diagnosticada la situación actual del Partido Liberal, con pocas posibilidades de resurgimiento, por el momento, como ese gran partido tradicional de las mayorías colombianas, que ha hecho historia en las exitosas administraciones del Estado.
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