José Manuel Restrepo Abondano
El Nuevo Siglo, Bogotá
Enero 21 de 2010
Quizá basados en un proverbio chino, quizá no, que señala que "Hasta que no podáis ir más allá de la montaña, os será imposible alcanzar el camino" de Uei Kuan, los haitianos, con más pesimismo derivado de los hechos de su propia historia, construyeron su versión particular. Para estos, “Más allá de las montañas, hay montañas”. Esta mirada del mundo y de la vida parece ha caracterizado las dificultades y desesperanzas de una de las naciones más pobres del mundo.
Como se ha dicho ya en esta columna, la realidad de Haití, descubre la indiferencia y despreocupación del continente americano, que parece sólo reaccionar cuando la muerte, la tristeza y la pobreza llegan a su máximo posible. En medio de la tragedia del terremoto, de los ciclones, de la marginalidad, de la miseria, de la corrupción, pareciera que las montañas no se acabasen.
Y los datos no parecen corroborar lo contrario, Haití tiene el ingreso “per capita” más bajo de todo el hemisferio occidental, es el país más pobre de América y ocupa el puesto 150 entre 177 naciones en términos del índice de desarrollo humano de la ONU. Por esto también el 70% de su población vive en la pobreza absoluta, y suele alimentarse de galletas hechas de barro (lodo), manteca y sal. Como si esto fuera poco, buena parte del territorio ha sufrido de explotación forestal lo que se comprueba desde un avión cuando uno abandona la República Dominicana.
Y en medio de este desastre acumulado de años de historia, y de una aparente inviabilidad de futuro cuando en sus estadísticas sólo la mitad de los niños están vacunados y tienen acceso a asistencia médica básica, o que el 5% de los adultos está infectado con VIH; llega unos de los peores movimientos telúricos de la historia de la humanidad.
Un terremoto de dimensiones insospechadas que se suma a esa larga lista de tragedias de una nación para la cual la mala suerte no da tregua. Me niego a creer que este es el fin de la historia para Haití. Las ayudas y apoyos humanitarios por montones, los mensajes conmovedores del mundo entero, la angustia generalizada del planeta, dan buena cuenta de que está apareciendo en el horizonte el fin de las montañas y el inicio del valle.
Así suene duro para todos, de crisis como esta aparecen enormes oportunidades de reconstrucción de una nación que lo reclama a gritos. Las expresiones del gobernante francés y del estadounidense, dejan entrever que la vergüenza de haber actuado poco por Haití, ha terminado.
Además del compromiso humanitario con Haití, como colombianos esto nos deja una lección. ¿Será posible que dejemos que nuestro Departamento del Chocó siga el mismo camino? ¿Podemos aprovechar este momento para volver la mirada a esa otra región, ya no del mundo, sino de nuestra nación, que reclama a gritos apoyos similares? ¿O será necesario más destrucción, más muerte y más violencia para descubrirles ese valle anhelado?
No hay comentarios:
Publicar un comentario