lunes, 18 de enero de 2010

La construcción de Haití

Editorial

El País, Cali

Enero 18 de 2010

Además del horror que genera el terremoto, las escenas de la devastación en Haití muestran los extremos a los que puede llegar una sociedad en siglos de violencia, inestabilidad institucional, inequidad extrema y degradación ambiental.

“La segunda cuestión necesaria es que aquí, en este país antes llamado Haití, hubiese algún tipo de autoridad, municipal o estatal, que tras el seísmo se hubiese hecho cargo de la situación. Pero Haití ya no existe. Su capital sólo es ya un inmenso cementerio en ruinas por el que pasean sin saber hacia dónde millones de personas convertidas en vagabundos”. Esa descripción publicada por El País de España, describe el desafío que enfrenta la humanidad.

Es claro que Haití no puede salir por sus propios medios. De allí que sean bienvenidas las voluntades de países como Francia y Estados Unidos, que tienen mucho que ver con la trágica situación haitiana, por hacerse cargo de lo que han llamado la “reconstrucción de Haití”. Que en realidad es una construcción, pues antes del terremoto Haití ya era una república fallida.

Todo está por hacerse, por lo que es mejor asumir la idea que hay que comenzar de cero. Y no puede haber ningún cálculo político en ello. Debe primar la solidaridad humana y el desprendimiento para entender que el pueblo haitiano necesita un país y un Estado que lo oriente, lo eduque y construya opciones de vida distintas a la miseria a la cual ha sido condenado al coincidir su atraso secular con la indiferencia por su suerte.

Aunque el derecho a la autodeterminación es principio intocable del derecho internacional, Haití ha dejado claro, al menos desde el 2004, que situaciones extremas demandan de protectorados internacionales que se hagan cargo de la viabilidad de determinadas comunidades. Así sucedió cuando la ONU envió una fuerza militar para hacerse cargo de la seguridad en calles y campo de la atribulada nación.

El presidente de Senegal ofreció tierra gratis “a los hijos e hijas de África” en Haití que quieran trasladarse a vivir en la patria de Leopold Sedar Senghor, máximo exponente del ‘movimiento de la negritud’. El Presidente senegalés fue claro: “Si vienen pocos les daremos casas o tierras, si vienen muchos les daremos una región entera”. Siendo una increíble demostración de generosidad, también da para pensar si desocupando a Haití se resuelven sus problemas.

De visita en Puerto Príncipe, Hillary Clinton comprometió la ayuda permanente de los Estados Unidos, al anotar que “estamos aquí hoy, y estaremos mañana y en el futuro”. La ONU ha calculado en US$3.000 millones la suma necesaria para reactivar la economía, garantizar acceso a servicios básicos y reducir la vulnerabilidad a desastres naturales en el atribulado país caribeño. Una migaja si se lo compara con la ayuda a las entidades financieras que provocaron la crisis internacional.

Pero la nota de El País de España indica que eso no es suficiente. Así como la ayuda que hoy se envía es oportuna y sabrá agradecerse, el mundo está obligado a construir de nuevo a Haití como país, a devolverle su dignidad con instituciones respetables y posibilidades para su gente, aunque tome varias generaciones.

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