Álvaro Valencia Tovar
El País, Cali
Enero 18 de 2010
El 1 de enero, la Fuerza de Tarea Omega asestó tremendo golpe al Frente 43 de las Farc mientras celebraba el Año Nuevo. Resultado: baja del jefe y su segundo, 50 guerrilleros entre muertos, prisioneros, desertores y desmovilizados. Los heridos recibieron primeros auxilios de la tropa. Fue la virtual extinción de uno de los frentes más sanguinarios y violentos. El 4 fue golpeado el Frente 51, causando la muerte del segundo cabecilla y de un número no establecido de combatientes. También el ELN recibió un golpe certero, aunque de menor alcance.
Los éxitos referidos apenas recibieron comentarios intrascendentes en noticieros matinales de televisión. Explicable en los diarios porque no aparecieron el Año Nuevo, pero la noticia, así no fuera ya chiva, merecía cubrimiento con despliegue fotográfico el 2. Si comparamos este abandono con el despliegue que se otorga a cualquier revés del Ejército de inferior significación, el contraste es desconcertante. Quienes seguimos con ansiedad el curso del conflicto buscamos en los noticieros del mediodía y de la noche el detalle de lo acontecido sin lograrlo. Finalmente, la obtención de la noticia se descubrió en la página web del Ministerio de Defensa. Para la mayoría de la Nación, hechos de tal significación no existieron.
El poder de la información es decisivo en todo conflicto armado, sobre la opinión pública. La Guerra de Vietnam se perdió para Estados Unidos no en el campo de batalla sino en las pantallas de televisión con la trágica imagen de ataúdes y negros sacos de polietileno con los cuerpos sin vida de sus soldados. Aquí, el morbo de la violencia instalado en cámaras detenidas sobre los desgarradores efectos de las minas antipersonas y las ruinas de poblados destruidos con cilindros de gas, deprimió a la opinión con percepciones de derrota, hasta cuando la Política de Seguridad Democrática y la estrategia militar paralela arrebataron el protagonismo a las Farc y los éxitos militares, entonces sí profusamente difundidos, fortalecieron la actitud ciudadana y recuperaron la fe en la fuerza pública. Estamos en la fase decisiva del ‘Fin del Fin’. El Ejército, que lleva el peso mayor de la lucha, y con él las demás Fuerzas, necesitan el apoyo nacional en vez del exasperante estribillo de los ‘falsos positivos’, erradicados drásticamente en el acto.
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