Editorial
El Mundo, Medellín
Enero 21 de 2010
Seguramente, los republicanos van a usar el filibusterismo en el Senado para boicotear la reforma sanitaria.
Scott Brown, un político poco conocido fuera del estado de Massachussets, casi tanto como lo era Barack Obama antes de llegar al Congreso y de emprender su meteórica carrera hacia la Presidencia de los EEUU, le amargó al Presidente el primer aniversario de su mandato con una derrota histórica, que cambia el equilibrio de poder en el Senado y otorga a los republicanos la posibilidad de obstaculizar la aprobación de importantes iniciativas demócratas, la principal de todas, la polémica reforma de la salud, pendiente aun de conciliación entre las dos cámaras antes de que pueda ser sancionada por el Ejecutivo.
Brown derrotó el martes a la demócrata Martha Coakley en los comicios especiales convocados para llenar la vacante dejada por el mítico senador Edward Kennedy. Con su categórica victoria, 53% de los votos contra 46% de su oponente, la actual Fiscal General de ese Estado, Brown consigue ser el primer republicano desde 1972 en conseguir un asiento para el Senado en ese tradicional baluarte demócrata, o más exactamente, en el que ha sido en los últimos 60 años un feudo político aparentemente inconmovible del poderoso clan Kennedy. En efecto, la silla que ahora ocupará Brown fue conquistada por John F. Kennedy en 1953 y la ocupó hasta 1960, cuando ganó las elecciones presidenciales. Para llenar la vacante, el propio presidente pidió al gobernador de ese entonces que nombrara a Benjamín Smith, amigo incondicional de la familia, pero su plan era esperar a que el menor de la saga, ‘Ted’, cumpliera la edad mínima de 30 años para ser senador, lo que consiguió en las elecciones de 1962 y de ahí en adelante mantuvo su escaño y con él una influencia y un liderazgo innegable sobre la bancada demócrata del Senado hasta el mes de agosto pasado cuando falleció víctima de un cáncer cerebral.
El nuevo senador, de 50 años, estudió derecho y en 1985 obtuvo su doctorado en la materia. Su carrera política comenzó en su ciudad natal, Wrentham. Luego, en 1998, consiguió ser elegido a la Cámara de Representantes de Massachusetts, y en 2004 logró una curul en el Senado estatal, siendo reelegido en noviembre de 2008. Según las notas biográficas, que abundaron ayer en todos los medios gracias a su repentina popularidad, Brown se autodenomina un “conservador independiente”, que aboga por la disciplina presupuestaria y que, por eso mismo, rechaza la reforma sanitaria de Obama porque cree que, de aprobarse, aumentará notoriamente el déficit del país.
En la suerte de esa reforma es donde coinciden los analistas que está una de las más graves implicaciones de la derrota de Massachussets, pues con ella los demócratas han perdido la ‘super-mayoría’ de 60 votos que poseían en el Senado y que les permitía avanzar en la aprobación de proyectos de Ley sin que la oposición republicana pudiera usar la táctica dilatoria del filibusterismo, como allí se conoce la estratagema de pedir, una y otra vez, el uso de la palabra, y extenderse en los discursos para boicotear la votación que saben perdida. La reforma ya fue aprobada, tanto en Cámara como en Senado, y se encuentra en la etapa de conciliación de las diferencias para someter de nuevo a votación el texto definitivo. Muy seguramente, los republicanos van a usar el mecanismo dilatorio en el Senado.
Por supuesto que existen también diferentes mecanismos y argucias legislativas para contrarrestar el filibusterismo y conseguir la aprobación de la reforma, pero no la tiene fácil el gobierno y su bancada, que ya no se muestra tan sólida en torno a la iniciativa, pues algunos parlamentarios han manifestado preocupación de que obstinarse en aprobarla pueda poner en riesgo su propia reelección en las legislativas de noviembre próximo, cuando se renueva toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Hay quienes afirman, incluso, que una de las lecciones anticipadas del descalabro de Massachussets es que se trate de un campanazo de alerta al Partido Demócrata de que pueda perder las mayorías en el Senado, aun cuando conserve las de la Cámara de Representantes, lo cual no sería la primera vez que pasa, dificultando mucho más la tarea de Gobierno al presidente Obama. Como anota El País, de España, para la mayoría de los presidentes de EEUU “la llamada de atención del electorado se produce a los dos años de mandato, en las elecciones legislativas parciales que, tradicionalmente, gana el partido en la oposición. Obama ha tenido la suerte o la desgracia de recibir su aviso antes, justo al cumplirse sus primeros doce meses en la Casa Blanca”.
Nosotros creemos que más que atribuible al carisma del señor Scott y a la solidez de la campaña con que lo acompañó su partido, el nuevo revés del Gobierno y el Partido Demócrata, el tercero desde la elección de Obama, pues previamente vieron caer las gobernaciones de Carolina del Norte y New Jersey, es un síntoma de cansancio de los ciudadanos de Massachussets – donde se dice que sólo uno de cada ocho se confiesa republicano – con la dinastía de los Kennedy y el dominio prácticamente absoluto de ese clan sobre la política del Estado. Pero también, a nivel nacional, lo sucedido allí podría estar mostrando una reacción del péndulo hacia el partido republicano, muy tempranera por cierto, porque generalmente no sucede ese quiebre antes de las cruciales elecciones legislativas de noviembre.
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