Editorial
El Colombiano, Medellín
Enero 3 de 2010
¿Con qué cara, después de haber asesinado en forma vil y alevosa al Gobernador del Caquetá, Luis Francisco Cuéllar Carvajal, vienen las Farc a exigir cualquier garantía para continuar con el proceso de liberación del sargento Pablo Emilio Moncayo, del soldado Josué Daniel Calvo, y entregar los restos del mayor Julián Ernesto Guevara? Definitivamente, con la única que tienen, con la del descaro que los ha caracterizado y que parecen no estar dispuestas a dejar.
Lo que las Farc pretenden es inaudito. Reclamarle al Gobierno que cumpla con unos llamados "protocolos de garantía", como si estuviesen en capacidad de exigir algo, y pasar por alto su práctica del secuestro, crimen repudiado y condenado por la humanidad entera. Son el pueblo colombiano y el mundo los que pueden demandar la inmediata y pronta liberación de todos los plagiados, sin ninguna condición. No al revés. Ahora resulta que los pájaros le tiran a la escopeta.
Una posición en la que no está solo el Gobierno colombiano, pues hasta el mismo Comité Internacional de la Cruz Roja, organismo del cual nadie tiene duda de su imparcialidad, profesionalismo y seriedad, considera inconveniente la petición del grupo terrorista de que el profesor Moncayo esté presente en el momento de la entrega de su hijo. Las Farc se pegan de este pobre argumento para dilatar lo que evidentemente no han querido hacer.
Recordemos que desde abril del presente año el grupo guerrillero anunció la liberación incondicional de los uniformados Moncayo y Calvo, promesa que hizo en medio de la celebración de La Cumbre de Las Américas, sin que hasta la fecha haya sucedido, lo que hace presumir que fue otro acto más del acostumbrado oportunismo político de las Farc.
En vista de que no se daba esta liberación ni ninguna otra, y luego de una conmovedora reunión del Presidente Álvaro Uribe con las familias de los rehenes, el Primer Mandatario cedió y levantó lo que se creía un inamovible: la entrega simultánea de los 24 militares con fines de canje. El Gobierno autorizó entonces nuevas liberaciones, gota a gota, en su afán por encontrar mecanismos que lleven a la libertad de los injustamente retenidos. ¡Pero ni así han cumplido las Farc!
El balón está en manos de las Farc y no tiene razones para retener a Pablo Emilio ni a Josué Daniel, y mucho menos para no hacer el más elemental de los actos humanitarios: entregar los restos del mayor Guevara para que su familia, por fin, pueda darle una sepultura digna.
No entendemos por qué ahora se inventa el grupo terrorista otra excusa, las de los "protocolos de garantía". Nos atrevemos a asegurar que al profesor Moncayo lo que le interesa es ver a su hijo en libertad. Así no vaya él personalmente a recibirlo.
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