domingo, 15 de marzo de 2009

Con el pucho entre los labios

Por Jaime Jaramillo Panesso

El Mundo, Medellín

Marzo 15 de 2009

Afronta la ONU el debate sobre el efecto de las drogas nocivas en el mundo contemporáneo. Recomenzó con el informe de la Comisión Latinoamericana para las Drogas y la Democracia que causó revuelo porque una de sus conclusiones es permitir uso personal de la marihuana. Como bien lo sabemos los colombianos, la marihuana no está metida en el conflicto armado interno. Desde este ángulo la Comisión citada ha tenido un parto como el de la montaña que después de enormes retortijones parió un ratón.

El problema de los estupefacientes y alucinógenos, en forma simplificada, muestra dos caras. Una es su peso financiero en las guerras internas de países que no logran estabilizarse, puesto que la heroína o la cocaína alimentan a los terroristas o a las mafias en su tráfico por armas, municiones y explosivos. Tales son los casos de Afganistán, México y Colombia. La otra cara es el efecto perverso sobre la salud mental y laboral de la población humana, con sus secuelas sobre la estructura familiar, el entorno social y la estimulación a delitos como el hurto agravado. 

En el cuadro del orden público trastornado por el conflicto, el narcotráfico es un fósforo encendido permanente que crea redes subversivas en todo el planeta. Los gobiernos se han dado a la tarea de suprimir masivamente los cultivos de las matas envenenadoras, han logrado muchos avances, pero la actividad criminal se multiplica hasta el extremo de invadir las reservas selváticas y amenazar los pulmones colectivos de la humanidad. Desde el enfoque de la persona individual, el uso de la droga se caracteriza como una infracción a la ley que en algunos países se purga con cárcel. Al evolucionar el concepto a la luz de la medicina, la antropología y el derecho, la sociedad ablanda las normas y permite el uso personal y limitado de la droga, como asunto que corresponde al fuero íntimo del ciudadano. 

Esta permisividad desató el consumo. La droga ha captado a miles de compradores que no son eventuales, sino que ya llevan el sello de drogadictos. El caso colombiano es este: se mezcla la confrontación armada financiada por el narcotráfico, con la puerta abierta sin sanción al consumo de cocaína, bazuco y marihuana, según la edad y el estrato, amén de las pastillas sintéticas importadas. El gobierno considera que es una contradicción mayúscula estar combatiendo con toda su fuerza al narcotráfico y a la guerrilla narcodependiente en los campos y selvas, mientras en las ciudades y cabeceras regionales se vende y consume la droga ilícita cobijada por la ley bajo el concepto de la dosis personal. Para resolver esta contradicción, el gobierno presentó un proyecto de acto legislativo que cambia la legislación, donde se prohíba el consumo, sin penalizarlo. Significa que a los drogadictos se les abre el camino de la recuperación médica y tratamiento siquiátrico, por lo tanto se difiere su conducta delictual a la repetición, que conllevaría su reclusión en establecimientos exclusivos para su sanación. Dos son las dificultades de esta propuesta: que en la vida real se respete al drogadicto y no se le trate como un bandido. Y que elevar a canon constitucional este procedimiento es una mala señal que nos dice nunca habrá solución a la producción y comercialización de la droga ilícita. 

Pero el asunto no es colombiano, sino mundial. La humanidad trasegó etapas de grandes epidemias de viruela y tifus, por ejemplo. La ciencia y la penicilina nos salvaron. Un tipo de ingestas como el opio, el alcohol, el tabaco nos dieron batallas a morir. Y sin embargo se morigeró su uso mediante la ley y la pedagogía, formas racionales de sobrevivir a nuestros propios inventos sicotrópicos. Todavía y por siempre, en el ritual de los católicos, el vino tiene el efecto simbólico de la sangre. 

La ONU está en la obligación humanitaria y ética de conducir el mundo hacia una forma de despenalizar el consumo de drogas ilícitas, pero debemos tener en claro que al comienzo aumentará el consumo. Prevención, educación y tratamiento médico serán la solución mientras tanto decrecerá con el correr del tiempo la demanda, que con la oferta en el mercado mundial fijarán los precios. Queda por saber si la producción industrializada de la droga lícita estará en manos de los estados o de los particulares.

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