viernes, 6 de marzo de 2009

El gran problema colombiano

Jaime Jaramillo Panesso

Marzo 7 de 2009

También en Colombia, como en todos los estados democráticos, la lucha por el poder es la expresión pública de la política. Para ejercerla se necesitan partidos y hombres líderes (la palabra hombres incluye a las mujeres, aunque se enojen las feministas ultras). Los partidos se encuentran en una larga crisis orgánica e ideológica que proviene de los cambios mundiales como la internacionalización de la economía y la cultura, la sustitución de la antigua URSS por una constelación de países sin comunistas al mando, por la emergencia de la China, la India, Brasil, Rusia y la Unión Europea, por los efectos de tráfico de estupefacientes, por las amenazas del terrorismo en especial de los extremistas musulmanes, por el miedo a los resultados del mal uso de los recursos naturales. Esos mismos partidos resienten su crisis por asuntos domésticos que todos conocemos y que se evidencian en las temporadas pre-electorales.

Los partidos, grandes y pequeños, nuevos o tradicionales están embarcados en lo que, a sus limitados dirigentes, es el gran problema nacional: ser uribistas o antiuribistas. La política colombiana se comporta como los galleros que solo compiten con las espuelas  mortales de sus gallos de pelea. Incitan a las apuestas y la beligerancia, no al pensamiento racional que enfrente los problemas. Parece que el gran problema es el Presidente de la República, el mismo que con “su carnita y sus huesitos” ha conducido la nación, con tino y sacrificio personal, a niveles de confianza y estima perdidos hasta ayer.

Los partidos de oposición, el liberalismo y el Polo, cifran su ideología en una furiosa campaña contra Uribe, pero se dividen por las aspiraciones divergentes de sus candidatos presidenciales. Los partidos que apoyan al gobierno lucen un uribismo desteñido, cargan un ramillete de ambiciosos sucesores no dispuestos a ceder el turno micro fabricado por sus egos y  congresistas, futuros paniaguados.

Ser uribista o antiuribista: he ahí el problema. Mas  grave aún cuando el Jefe del Estado es el menos uribista.  Este falso dilema ha sido resuelto por el pueblo con las  movilizaciones del año 2008 contra los violentos y contra el secuestro. El problema no es el Presidente. El gran problema colombiano es que no hemos terminado, por la vía de la democracia, la ley y las instituciones pertinentes como la Fuerza Pública y la Fiscalía, no hemos  resuelto integralmente la violencia de los ilegales armados y su secuela de secuestro, extorsión y muerte. Esta es una tarea de patria y vida. Pero no basta hacer prioridad en este punto esencial para sobrevivir como Estado. Los alinderamientos pasionales de uribistas y antiuribistas conducen a desviarnos del punto central que los polistas y liberales tratan de borrar de la agenda nacional, con la respuesta inorgánica y tibia de los partidos y dirigentes uribistas que han caído en la trampa del dilema.

¿Es suficiente recabar en la paz sin capitulaciones, en la bandera de la libertad sin concesiones al secuestro, al crimen disfrazado de delito político, a la violencia como medio para la toma del poder? Es necesario que los políticos asuman los demás problemas sociales y pongan en su portafolio el tema de la tierra, de los campesinos migrantes que muchas veces se confunden con desplazados, de las fronteras y de las conflictivas vecindades, del desempleo, del fortalecimiento financiero de los empresarios del campo y la ciudad, de una educación con calidad y cobertura, de las víctimas del conflicto y su reparación sustentable y justa, del cuidado de los recursos naturales y la defensa del medio ambiente, de la continuidad en hacer de los colombianos una comunidad de propietarios para que las clases medias sean sustento de la democracia, no de un lumpen proletario de resentidos sociales.

Los problemas son reales, merecen aprehenderse por los partidos y los líderes políticos que aspiran conducir el Ejecutivo, el Congreso, las deflacionadas Cortes, las administraciones regionales y locales. El planteamiento binario de dividirnos entre uribistas y antiuribistas solo conduce a oscurecer los verdaderos problemas. Es la pretensión emocional de partirnos entre buenos y malos, entre blancos y negros, entre santos y pecadores, entre altos  y bajos, etc.- Los colombianos no podemos caer en esa polarización maniquea, la mejor forma de esconder nuestros reales enemigos y nuestros verdaderos problemas.

No hay comentarios: