viernes, 6 de marzo de 2009

La crisis de confianza mundial

Por Jorge Barrientos Marín 

El Colombiano, Medellín

Marzo 6 de 2009

Aún son escasos los estudios académicos sobre las causas y consecuencias de la crisis mundial que hoy nos afecta y de la cual, según algunos analistas, Colombia no recibe el golpe más duro. Yo no sería tan pesimista, tanto el Gobierno como el Banco Central han actuado en concordancia: el primero con una política fiscal (quizá contraproducente en términos fiscales) y el segundo aplicando instrumentos de política monetaria para estimular la economía en época de recesión. Evidentemente, la crisis ya ha hecho su estrago, pues el desempleo del 14% y una devaluación acelerada son muestra de que los agentes interna y externamente han respondido a los incentivos (y a los temores).

Pero volvamos a las causas y consecuencias sobre la crisis. Tres ideas claras reúnen el consenso de los economistas. Primero, el sector financiero norteamericano resignó equivocadamente recursos afectando el sector real a través de extravagantes instrumentos financieros (activos ilíquidos). Segundo, de algún modo, sea directa o indirectamente, dichos activos llegaron a los balances de la empresas y bancos de inversión (parte de la crisis de confianza se vive porque ni el gobierno ni los bancos saben que tienen otros bancos en sus balances). Por último, gran parte de estas inversiones fueron, en gran medida, financiadas con deuda de corto plazo.

Habida cuenta de las causas, no parece entonces fácil conjeturar cuáles son los posibles remedios, no obstante, ningún plan de salvamento será útil si no hay un restablecimiento de la confianza sobre el sector financiero norteamericano y mundial y, claro, no parece que los astronómicos paquetes de ayuda per se sean suficientes. De hecho, una recuperación de la confianza que provea liquidez al mercado parece poco realista sin regulación clara y prístina, lo que podría llevarnos a un escenario de incertidumbre permanente sobre lo que gobierno y bancos puedan hacer afectando nuestro estilo de vida, basado en el crédito, y claro está, distorsionando el consumo y el crecimiento.

D. Diamond y R. Rajan, de la Universidad de Chicago, han planteado algunas interesantes medidas remediales. Primero, que las autoridades ofrezcan la compra de activos ilíquidos a través de subastas y depositarlos en un fondo federal; segundo, que el gobierno asegure la estabilidad de una parte importante del sistema financiero que mantiene activos ilíquidos a través de la recapitalización de entidades que tiene posibilidades reales de sobrevivir y la fusión o cierre de aquellas que no; por último, una mezcla de las dos anteriores, donde las autoridades compran activos ilíquidos concentrándose en entidades con más riesgo de quiebra.

La crisis económica entonces parece dejar valiosas lecciones que modificarán el escenario actual, dando lugar a un nuevo consumidor, quizás más inteligente y menos insaciable, un nuevo banquero y financista, más regulado y menos arriesgado. Pero lo que este nuevo escenario sin duda no producirá, es un nuevo orden mundial, como lo pretenden los románticos, ni cambiará el modelo imperante de relaciones económicas, como lo pretenden los ilusos.

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