domingo, 15 de marzo de 2009

Liberando las células madre

Editorial

El Tiempo, Bogotá

Marzo 14 de 2009

 

El presidente Barack Obama firmó el lunes pasado un decreto que deroga el que había expedido la administración Bush, por el cual se prohibía casi toda ayuda financiera oficial a las pruebas con células madre de origen embrionario. Se trata de una decisión trascendental, que despeja a la ciencia el camino para adelantar promisorios experimentos y abre esperanzas a las víctimas de un gran número de enfermedades.

 

Las células madre, como su nombre lo indica, tienen la facultad de autorrenovarse y producir tejidos de diversa naturaleza. Las más versátiles y poderosas son las que se encuentran en el óvulo fecundado, pues de ese primitivo cigoto llegan a formar un ser humano complejo. En decenas de países del mundo existen abundantes depósitos congelados de embriones de pocos días que sobraron en intentos de fertilización artificial. Solamente en Estados Unidos se calcula que superan el medio millón. El problema es que el gobierno ultraconservador de George Bush aceptó las presiones de grupos religiosos según los cuales un cigoto casi invisible a simple vista debe considerarse una vida humana y resulta inmoral experimentar con él. De allí las trabas económicas que paralizaron durante ocho años muchos de los trabajos científicos y que acaba de echar abajo Obama.

 

La actitud del nuevo gobierno no solo es provechosa porque significará la inmediata inyección de ayudas estatales a numerosos laboratorios y universidades que dejaron de percibir fondos públicos durante ocho años o bien recibieron apenas los autorizados antes del 2001. También es bienvenida porque responde en términos claros y valerosos a un problema filosófico de fondo: ¿deben ser las religiones quienes orienten la ciencia? Sobre este particular, el profesor de Oxford Colin Blakemore señaló: "Definir el instante en que comienza la vida no es cuestión de dogma, sino de consenso social".

 

Justamente este elemento -consenso social- representa la base de la posición de Obama. La gran mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos apoyan la medida, que fue parte del programa de gobierno triunfador. Así lo expresó durante la campaña como candidato: "Restauraré el principio básico de que las decisiones gubernamentales deben edificarse en la experiencia científica más avanzada y no en los prejuicios ideológicos de funcionarios o políticos". El lunes él lo ratificó como presidente, en medio del alborozo de los círculos académicos y científicos: "Promover la ciencia no consiste solamente en financiarla, sino en proteger la libre investigación, en garantizar que los datos científicos no sean distorsionados u ocultados para favorecer una agenda política y en tomar decisiones científicas basadas en hechos, no en ideologías". Al mismo tiempo, condenó cualquier posibilidad de clonación humana.

 

Con estas palabras, Obama abrió las puertas a uno de los más optimistas campos de experimentación, que podría atacar enfermedades como el mal de Parkinson, la rotura del cordón medular, ciertas perturbaciones coronarias y, especialmente, diversas formas de cáncer. Stuart Kauffman, especialista norteamericano de fama mundial, afirma que "la terapia de cáncer con células madre mejorará dramáticamente la curación de esta enfermedad en los próximos años".

 

Es difícil saber por ahora qué incidencia final tendrán las investigaciones con esta clase de células. Los científicos albergan fundadas esperanzas en ellas, pero, como bien dijo Obama, resulta imposible garantizar el éxito pleno de los trabajos. Lo indudable es que, sin apoyo económico y buena disposición oficial, no existirá investigación, y sin investigación se perderá la oportunidad de descubrir tratamientos para trastornos de salud que hoy parecen incurables.



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