miércoles, 11 de marzo de 2009

Raspando en el 2009

Editorial

El Tiempo, Bogotá

Marzo 11 de 2009

 

El lunes pasado, Cartagena fue testigo de una curiosa congestión de tráfico. Pero esta no tuvo lugar en las vías de la ciudad, sino en la plataforma de estacionamiento de aeronaves del aeropuerto Rafael Núñez. La razón fue la llegada de varias decenas de aviones privados, que transportaban a algunos de los más conocidos millonarios latinoamericanos para una reunión periódica, que esta vez tiene como sede a la ciudad amurallada.

 

Pero, más allá de la obsesión 'farandulera' de ver a tanto magnate junto, o del contraste que significa tener a los potentados a pocos kilómetros de zonas marginadas en donde impera la más extrema miseria, es claro que la preocupación del selecto grupo es solo una: el futuro de la economía. Como cabezas de conglomerados que emplean a miles de personas, los más ricos de la región quieren escuchar la impresión de diferentes expertos sobre la marcha de una crisis que ha sorprendido por su profundidad y rapidez y que los ha golpeado patrimonialmente.

 

Tales preocupaciones son compartidas por el grueso de la población colombiana. Así lo reveló la más reciente entrega de la encuesta Gallup, en la que los temas económicos dejan atrás a los de seguridad en la lista de inquietudes, mientras que el manejo de la inflación y el desempleo le genera las peores calificaciones al Gobierno.

 

Como si lo anterior fuera poco, las nubes de tormenta se siguen acumulando. En el frente externo, los altos índices de desocupación en Estados Unidos y Europa anticipan una contracción mayor que la prevista en la producción y el consumo de las naciones desarrolladas, cuyos efectos ya se sienten globalmente. Y es que no solo los precios de las materias primas están lejos de sus niveles récord, sino que el comercio de bienes manufacturados está de capa caída, lo que ha golpeado duramente a Japón y a los llamados tigres asiáticos.

 

Debido a esas circunstancias, el Banco Mundial revisó su pronóstico de crecimiento para América Latina y lo dejó en apenas el 0,3 por ciento en el 2009. Esa cifra no solo es inferior al promedio de casi 5 por ciento del último lustro, sino que traerá una elevación de la pobreza, que la región había logrado disminuir.

 

En el caso de Colombia, las apuestas están divididas, aunque no hay duda alguna de que la desaceleración es descomunal. Tanto la caída de la industria y el estancamiento del comercio en el 2008, así como la elevación del desempleo en enero pasado, demuestran que la crisis llegó al territorio nacional hace rato. No obstante, la mayoría de los analistas siguen creyendo que el crecimiento se mantendrá en terreno positivo, aunque por debajo del 2 por ciento. También hay pronósticos peores, y los departamentos de investigación de un par de bancos extranjeros han hablado de un retroceso que podría llegar hasta 1,1 por ciento del PIB.

 

Pero una perspectiva tan oscura puede ser excesiva. Según los conocedores, existen varios factores que hacen la diferencia. El primero es la buena salud del sector financiero, que mantiene excelentes índices de rentabilidad y solidez. Eso ha permitido que el crédito siga fluyendo con normalidad, en contraste con lo que ocurre en otras latitudes. El segundo es la buena coyuntura de los precios internacionales del café, que ha llevado a que el valor de la carga del grano en el mercado interno esté un 20 por ciento por encima del de hace un año. Además, elementos como la mayor tasa de cambio, el repunte de las expectativas de los consumidores y el ritmo de inversión pública deben ayudar a superar los embates de un entorno hostil. Así las cosas, Colombia pasaría raspando en el 2009.

 

Y aunque eso no sea motivo de alegría, es mejor estar en el grupo de los países que van hacia delante, cuando buena parte del mundo está dando marcha atrás. Falta ver, por supuesto, si los millonarios reunidos en Cartagena toman nota y deciden invertir más por estos lares.

 

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