viernes, 6 de marzo de 2009

Y si es tan difícil erradicarla, entonces legalicemos también la esclavitud

Por Juan David Escobar Valencia

El Colombiano, Medellín

Marzo 3 de 2009

¿Quién capitulará más pronto: el que necesita las cosas difíciles o quien se sirve de lo que buenamente pueda hallar?  Sócrates

Si algún tema es complejo y plagado de variables, que no se tienen perfectamente identificadas y se prestan a interpretaciones diferentes, y con diversos efectos, muchos de ellos que se anulan entre sí, es la búsqueda por acabar o reducir ostensiblemente el problema de drogadicción y el narcotráfico.

Hace pocas semanas los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso, César Gaviria y Ernesto Zedillo planteaban en un informe que presentaron a la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia que: “Las políticas prohibicionistas basadas en la erradicación, interdicción y criminalización del consumo simplemente no han funcionado. La violencia y el crimen organizado asociados con el tráfico de narcóticos siguen siendo problemas críticos en nuestros países”.

Pareciera estar haciendo carrera la idea que como los resultados de la lucha contra el narcotráfico no son lo que esperábamos, entonces lo mejor es legalizarla, pero como eso suena feo, es mejor decir que no se debe “criminalizar el consumo” y más si es “personal”. Según esta lógica simplista robarle a un hermano no es delito pues todo queda en familia y nadie más tiene que enterarse o verse afectado.

Si la solución fuera tan sencilla ya la hubiesen encontrado, lo que indica que un problema tan complejo probablemente no podrá tener una solución simple y tal vez la mezcla adecuada de muchas medidas parciales pero complementarias será parte de una mejor solución potencial.

¿Por qué quienes atacan de plano la prohibición no se atreven a preguntar qué hubiese pasado si no se hubiese prohibido un producto, que por ser adictivo, su demanda es poco inelástica al aumento de los precios y legalizarlo podría incluso reforzar el consumo? ¿Por qué se niegan a considerar que eliminar la prohibición no acaba necesariamente con las mafias, pues la prohibición cambia los medios pero no necesariamente los fines y las consecuencias?

Si el supuesto fracaso de la actual política fuera la razón para abandonarla, entonces no nos quedaría otra que legalizar también la esclavitud, que existe desde Mesopotamia, al menos referenciada, y sin embargo sigue vivita y coleando, afectando la vida de cerca de 30 millones de personas. Si fuera por el tiempo o los resultados, prohibir tener un “esclavo personal” sería ir en contra del libre desarrollo de la personalidad.

Si las políticas prohibicionistas están completamente equivocadas porque no han resuelto del todo el problema, este mismo argumento invalida también las supuestas medidas alternativas no represivas que están proponiendo los amigos de la legalización con nombre elegante. Ninguno de los defensores de la legalización puede asegurar que, aunque ésta rebaje los precios de la droga, no aumentaría la demanda o que no agravaría el problema incentivando otro tipo de delitos conexos, como tampoco pueden negar que los experimentos en esta dirección no han sido del todo exitosos. El caso de Zurich es una buena lección, en el que años de tolerancia terminó evidenciando la incapacidad de las autoridades para evitar el desbordamiento del problema, no pudiendo evitar que la rebaja de los precios aumentara el acceso a más personas y a dosis mayores que las “mínimas razonables” y se fortalecieran los grupos de narcotraficantes. Las medidas sanitarias y el suministro “profesional” de jeringuillas no redujeron el número de muertos por sobredosis y además interfirieron con la efectividad de las campañas de prevención. Los resultados de las narcosalas de Ámsterdam, donde se puede consumir droga bajo “control”, están lejos de ser exitosos completamente, a excepción de los beneficios para las redes criminales que terminaron adueñándose de ellas. En Suecia, estudios demostraron que “el número de consumidores de droga crecía o disminuía según el grado de permisividad de las leyes, y que la droga figuraba entre las primeras causas de delincuencia” y que “hacer difícil o penalmente arriesgado el acceso a la droga hace que renuncie a usarla el 50% de los consumidores, que lo son ocasionalmente”.

Resulta interesante ver que últimamente un sector de nuestra “dirigencia” esté defendiendo la despenalización del consumo. No sabe uno si pensar si es que era la vanguardia ideológica del planeta que estaba subestimada, o es que tenemos muchos marihuaneros ahora de corbata y en carros blindados dirigiendo al país, tal vez haciendo cierta la aseveración de un poeta latino que dijo que “los hombres con los mismos vicios se sostienen mutuamente”.

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