lunes, 7 de septiembre de 2009

Colombia, pobreza e inequidad

Por Libardo Botero C.*

Blog Debate Nacional, Medellín

Septiembre 7 de 2009

Un grupo independiente de expertos, denominado Misión para el Empalme de las Series de Empleo, Pobreza y Desigualdad (MESEP), contratado por el DNP y el DANE, acaba de brindar un resumen de la primera parte de su trabajo, consistente en empalmar las series estadísticas sobre mercado laboral, pobreza y desigualdad en Colombia para los últimos años. El problema se originó cuando en 2006 el DANE modificó la metodología de la Encuesta Nacional de Hogares, base de las señaladas variables, pero no mantuvo durante un tiempo prudencial la medición con los parámetros anteriores a fin de poder empalmar las series viejas con las nuevas. Ello dejó al país sin cifras comparables por al menos dos años. El grupo de expertos tiene el propósito de corregir aquel yerro.

Aunque opacado por otros acontecimientos, se ha iniciado un debate conveniente alrededor del tema. No faltan quienes aprovechan burdamente la información para descalificar al gobierno, para interpretarla a su conveniencia, o para efectuar deducciones fantasiosas. Como también encontramos apreciaciones sensatas y ponderadas. Vamos a exponer algunas reflexiones sobre el particular.

Las cifras

¿Cuál es la síntesis de la información? En cuanto a la pobreza, se observa una reducción de casi 8 puntos entre 2002 y 2008, al pasar del 53.7% al 46%. Alrededor de 3,3 millones de personas salieron de la pobreza en ese período, aunque cerca de 20 millones siguen sufriéndola. Su medición se ha hecho a partir de la metodología de la “línea de pobreza”, estimando las familias de cuatro personas que devengan al mes menos de $ 1.086.000, unos cuatro y medio dólares al día por persona. El Banco Mundial ha utilizado por mucho tiempo un estándar de dos dólares diarios, bajo el cual los indicadores de pobreza nuestros podrían reducirse a menos de la mitad de los atrás mencionados, en opinión de Santiago Montenegro, experto en el tema y ex director del DNP (El Espectador, 31-08-2009, “Preocupante situación del campo”).

Por tal motivo debe tenerse cuidado al efectuar comparaciones internacionales que usan métodos o estándares distintos, lo cual es muy común. El director del DNP, Esteban Piedrahita (El Tiempo, 30-08-2009, “La medición de la pobreza”), indicaba que si se aplica una técnica de comparación, la de la “paridad del poder adquisitivo”, según el Banco Mundial, nuestra línea de pobreza estaría en un ingreso por persona de 6,13 dólares diario, mientras que para Chile sería de 3,40 y para Ecuador de 2,08 dólares.

Entre 2002 y 2008 la indigencia o pobreza extrema se redujo en casi dos puntos, al caer del 19.7% de la población al 17.8%. Se catalogan aquí los hogares de 4 personas que devengaban menos de $ 466.280 mensuales. Si se toma como punto de partida el año 2005, en lugar de reducirse la indigencia creció, al pasar de 15,7 a 17,8%. Luego de una reducción relativamente fuerte entre 2002 y 2005, volvió a subir entre este último año y 2008.

La que sí permaneció estática fue la desigualdad, medida por el coeficiente Gini, que se mantuvo inalterado en el 0,59 durante los seis años. Es decir, no hubo mejora alguna en la distribución del ingreso, una de las peores lacras del país.

La descomposición de los datos generales ofrece fuertes contrastes. Hay un abismo entre el campo y la ciudad, y entre los grandes centros urbanos y las poblaciones medianas y pequeñas. En las 13 principales áreas metropolitanas, que viene midiendo el DANE hace un tiempo, la pobreza cayó más, casi 10 puntos, al pasar de 40.3 a 30.7%; de igual manera la pobreza extrema es menor que en el promedio nacional: 9.4 en 2002 y 6.8% en 2008. Y el coeficiente Gini aunque levemente, cayó del 0.56 al 0.55. Contrasta este panorama con la crítica situación del resto del país, especialmente las zonas rurales, donde la pobreza apenas descendió 4 puntos, de 69.3 a 65.2%, y la indigencia se movió hacia arriba desde el 32.5% al 32.6%.

Menos destacadas por la prensa y los analistas han sido las cifras reveladas sobre el mercado laboral. Citemos la MESEP: “En general, con las nuevas series empalmadas se observa que entre 2002 y 2008 la Tasa de Ocupación (TO) nacional se ha mantenido estable alrededor del 52%. Se observa una tendencia decreciente en la Tasa de Desempleo (7.2 puntos porcentuales) y en la Tasa Global de participación (3.5 puntos porcentuales).” (DNP, 24-08-2009). Las diferencias entre sector urbano y rural, en cuanto a la evolución de estos indicadores, no es tan fuerte como en el caso de la pobreza. En síntesis, el mercado laboral tuvo un desempeño positivo al mantenerse la tasa de ocupación y reducirse la de desempleo. Hasta allí, en rasgos generales, el informe preliminar de la Misión.

Avances

La primera gran conclusión, que comparte la mayoría de los analistas, es que Colombia ha vivido en estos años una tendencia clara al mejoramiento de los indicadores sociales vitales. Una reducción de 8 puntos en la pobreza, de 2 en la miseria, de 7 en el desempleo, son muestras evidentes. Otros países registran progresos mayores, sin duda. Pero pocos viven la situación excepcional de violencia que padecemos, y los esfuerzos mayúsculos en recursos económicos que su combate ha demandado, así como dificultades recurrentes en el comercio exterior con países vecinos.

La tendencia no es lineal, claro está. En los últimos años, por efecto de los altos precios de los alimentos sobre todo, como el informe de la MESEP lo explica, se ha revertido una parte de los logros alcanzados, sobre todo en el combate a la indigencia. Se observa un retroceso en este particular, a partir de 2005, que de todos modos no invierte la tendencia. Es de esperar que este año, cuando ha cambiado esa espiral alcista en los alimentos, el efecto sea impulsar el mejoramiento otra vez.

De otra parte, tanto el gobierno como algunos expertos, han advertido que en los cálculos de la MESEP no se contemplan importantes subsidios oficiales, focalizados hacia los sectores más vulnerables, como es usual incluirlos en estas mediciones a nivel internacional. Hablamos de programas como Familias en Acción, las transferencias que representan el régimen subsidiado de salud o los servicios gratuitos de educación, y la ayuda alimentaria a niños y ancianos. “Dos miembros independientes del equipo técnico que ayudó al DANE a estimar estas cifras me indicaron que, teniendo en cuenta los subsidios, la pobreza sería no del 46%, sino de un 33%”, ha revelado Montenegro. Y el mismo director del DNP ha expresado que, además de recortar en al menos 12 puntos el nivel de pobreza, los subsidios implicarían una reducción en el indicador de indigencia de 1,5% solo para el 2008. Si se toman en cuenta estos factores, el país se estaría acercando a la meta fijada por el gobierno de Uribe de bajar la tasa de pobreza hasta el 35% en el 2010. Independiente de que se calcule el indicador incluyendo los subsidios, el hecho real es que aún el nivel de la pobreza es demasiado alto y su reducción a corto plazo se ve difícil.

Algunos economistas no dudan en señalar que las modestas cifras de reducción de la pobreza son prueba del fracaso de la política social del gobierno. A juicio de Mauricio Cabrera (El Tiempo, 06-09-2009, “O faltan pobres o sobra Sisben”) el gobierno se debe estar preguntando por qué es tan alta la indigencia “a pesar de la gran cantidad de recursos destinados a los programas asistencialistas (Familias en Acción y otros)”. Mauricio Reina (El Tiempo, 06-09-2009, “Crece la sombra del desempleo”), va en la misma dirección al referirse a las carencias del mercado laboral, evidenciadas por el crecimiento de la tasa de desempleo, cuando sentencia que “las políticas del Gobierno tienden a perpetuar la situación” de escaso progreso en el combate a la pobreza y la indigencia. Se refiere en concreto a Familias en Acción y los subsidios en salud. Cecilia López, senadora liberal, pregunta (El Tiempo, 07-09-2009, “Este es un modelo pro rico”): “¿en qué se fue toda la plata de Familias en Acción, Red Juntos, dinero a ancianos, a guardabosques y todo ese paquete de subsidios que se asignaron a los sectores con ingresos precarios?”

Hasta alguien lego en la materia, como Maria Isabel Rueda, repite la monserga en su última columna dominical del principal diario capitalino. En ella se podría explicar por su ignorancia técnica; pero no es excusable que dos expertos extraigan sus conclusiones partiendo de la treta de ocultar que los estimativos de la MESEP no incluyen esos subsidios. Y que si se contemplaran quedarían hechas trizas sus presunciones. Pero en todos puede más la inquina política que la severidad académica.

Falencias

De todos modos, pese a los avances, la situación no da para cantar victoria. No hay duda que reducir a fondo la pobreza y la desigualdad son tareas inconclusas que la nación tiene en el orden del día. Con el ánimo de contribuir a fijar derroteros en este terreno, queremos destacar los que a nuestro juicio constituyen las cuatro falencias más relevantes, buena parte de ellas reconocidos por el mismo gobierno, y que de una u otra manera se vienen discutiendo tanto en los círculos académicos como en la arena política.

Empecemos por el ritmo del avance. Es cierto que progresamos, pero de manera tan lenta que demoraríamos décadas en alcanzar los niveles de países similares que han dado vuelcos trascendentales en términos relativamente cortos. Chile, tan cercano a nosotros por distintas razones, es un buen ejemplo. O Corea del Sur. Aunque avanzamos en el cumplimiento de las Metas del Milenio, los resultados son insatisfactorios. Es indispensable redoblar esfuerzos en distintos frentes a fin de acelerar los cambios que permitan alcanzar los compromisos internacionales, lo mismo que a las metas que nos fijamos para el bicentenario de la independencia en 2019.

El segundo comentario se refiere a un asunto bastante paradójico y muy discutido: la incapacidad del país para traducir en mayor empleo y de mejor calidad, y también en mayor equidad, el crecimiento económico. No se compadecen las positivas tasas de incremento del PIB de los últimos años con los resultados insuficientes en cantidad y calidad del empleo. Además la crisis internacional actual como la afectación del comercio con Venezuela y Ecuador han revertido la tendencia al descenso de la tasa de desempleo, volviendo a colocarla en un nivel exageradamente alto.

Un elemento adicional de insatisfacción es la situación del sector rural. Si la pobreza en las grandes urbes ha caído hasta el 30%, en las pequeñas poblaciones y el campo se remonta por encima del 60%. La disparidad es de tal magnitud que el nivel de indigencia del campo en 2008 (32,6%) estaba por encima del nivel de pobreza de las 13 ciudades principales (30,7). Podría reiterarse que no se han tenido en cuenta los subsidios oficiales. Es cierto. Pero tampoco puede desconocerse que no pocos estudiosos vienen señalando que hay fallas protuberantes en la focalización de muchas de estas ayudas, de suerte que en lugar de ser redistributivas se convierten en regresivas.

Y la última reflexión atañe a la desigualdad. Es indiscutible que la pobreza aunque lentamente viene retrocediendo, que el mercado laboral ha tenido avances pese a los vaivenes. Pero donde persiste una estructura que se resiste a cambiar es en la distribución del ingreso. Tenemos una de las distribuciones más desiguales del Continente, y por qué no decirlo, del mundo, que se mantiene inalterada. Tenemos menos pobres pero la distancia con los ricos no da trazas de reducirse. He ahí uno de los más formidables retos para los futuros gobiernos de Colombia.

* Economista e investigador.

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