Editorial
El Tiempo, Bogotá
Septiembre 15 de 2009
La semana pasada, el ministro de Comercio Exterior, Luis Guillermo Plata, realizó una gira por Asia con la intención de atraer inversionistas chinos al país. Unos días antes, el canciller colombiano, Jaime Bermúdez, en visita oficial a Corea del Sur, había anunciado el inicio de estudios de factibilidad para una eventual negociación de un tratado de libre comercio con Seúl.
Proexport, a su vez, está organizando para noviembre próximo en Bogotá la tercera cumbre empresarial China-América Latina.
Que las exportaciones a los mercados de dicha zona del mundo serían una alternativa con gran potencial de crecimiento para Colombia no es una historia nueva. Desde la consolidación de las economías de Japón y de los tigres asiáticos, así como desde el surgimiento de China e India como potentes motores de crecimiento económico, ese continente ha sido protagonista activo, de una forma u otra, del comercio global. Sin embargo, en cuanto a la fórmula de entrar a los mercados orientales -que realmente son occidentales para Colombia-, es más fácil decirlo que hacerlo.
La participación de las grandes economías asiáticas en nuestras exportaciones es hoy todavía muy pequeña. De los más de 18.000 millones de dólares que el país exportó al mundo entre enero y julio de este año, el 5,5 por ciento tuvo a toda Asia como destino. En comparación, solo a Venezuela se envía un monto tres veces mayor, aunque es posible que las cosas cambien.
En el caso de China, el mercado más atractivo de la región, la balanza comercial binacional muestra un alto desequilibrio. Mientras en el 2008 los chinos exportaron a Colombia unos 4.548 millones de dólares, las exportaciones nacionales ascendieron a 443 millones. Si bien es cierto que ambos flujos no se pueden comparar, dada la amplia oferta exportadora de esta potencia emergente, hay espacio para buscar la diversificación de la gama de productos vendidos.
Pero no hay que perder de vista que las posibilidades están ahí. Quien lo dude no tiene más que mirar lo sucedido en América Latina en lo que va de la década. Con montos de intercambio casi irrelevantes hace unos años, China es hoy el primer destino de las exportaciones de Brasil y Chile y el segundo de Argentina, Perú y Costa Rica. Incluso en el caso de Colombia, las ventas -todavía modestas- a la nación más populosa del mundo ocupaban el puesto 35 en el 2000 y hoy están en el cuarto lugar.
La razón del auge no es otra que el apetito de los chinos por materias primas para alimentar su acelerado crecimiento económico. Este deseo de productos básicos ha venido acompañado de un fuerte volumen de inversiones, siempre orientadas a garantizar el suministro de 1.500 millones de consumidores, de los cuales un porcentaje en alza ha ingresado a la clase media.
Por tal motivo, el equipo de comercio exterior colombiano hace bien, no solo al tratar de abrir nuevos mercados, sino también al invitar a las inversiones chinas al país. Durante la gira ministerial, el portafolio presentado a los capitales orientales fue variado: proyectos de infraestructura, de extracción de recursos naturales y de energía, entre otros.
Todo se enmarca dentro del reto de mantener el nivel de 10.564 millones de dólares de inversión extranjera registrado el año pasado -el más alto en la historia del país- en medio de la dura crisis mundial, algo en lo cual al país le ha ido mucho mejor -con una caída del 9 por ciento- que a sus vecinos de la región.
Pero hay que continuar el esfuerzo. Ahora que las tensiones políticas con los mercados vecinos se están traduciendo en trabas comerciales, la estrategia hacia el Pacífico no solo gana mayor sentido, sino también, claramente, más urgencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario