sábado, 16 de enero de 2010

Cambio, carrusel y contrabando

José Félix Lafaurie Rivera*

El Nuevo Siglo, Bogotá

Enero 16 de 2010


NO se sabe qué es peor para Colombia: si el remedio o la enfermedad, referidas a las nuevas medidas cambiarias en Venezuela y a la situación de su economía. Ambas resultan indefectiblemente funestas, pues mientras persista en esa latitud el uso de instrumentos desuetos, como el control de cambios y de precios, amén de la regulación o selectividad que ejerce Cadivi para el acceso de dólares oficiales, nuestras posibilidades de exportación son limitadas.


Razones y fundamentos debió tener el gobierno venezolano para implantar múltiples tasas de cambio y ejercer mayor presión al control de precios internos. No obstante, en la extensa literatura económica no existe un solo caso exitoso.


Las medidas cambiarias incluyen dos precios oficiales para el dólar y un mercado libre que legaliza el acceso al dólar permuta. El primero lo estableció en 2,60 bolívares fuertes por dólar (antes a BsF 2,15), y se aplica a los sectores de alimentos, salud, importación de maquinaria y equipos, ciencia y tecnología, y todo aquello relacionado con el sector público; y el "dólar petrolero" cotizado a BsF 4,30 que aplicará para las demás importaciones, en especial las del sector industrial.


Esta determinación evidencia la necesidad del gobierno venezolano de recuperar su capacidad de gasto público, que se vio reducida de una parte, por los incrementos en la inflación (que se ubica en 25%), y de otra, por la insuficiencia de ingresos por exportación petrolera para cubrir la demanda de importaciones. No hay que hacer muchas conjeturas para advertir que estas medidas desencadenarán una mayor inflación, debido al incremento en el precio de los bienes importados y a la expansión del gasto público, que seguramente profundizará la desaceleración de su economía que, en 2009, cayó 2.9%.

El sector ganadero colombiano, proveedor de alimentos, tendría, con la nueva normatividad, una tasa de cambio de 2,6 bolívares fuertes por dólar. Eso significa que teóricamente habría un estímulo a la exportación (precio del kilo en pie en Venezuela, US$2.1 vs US$1.27 en Colombia), pero es evidente que mientras el comercio con Venezuela se mantenga cerrado por diferencias políticas, que en la práctica se traducen en restricciones paraancelarias, nuestras posibilidades de exportación son limitadas.


Pero, además, el dólar libre estimula el contrabando de ganado hacia Colombia. Hoy un ganadero o un comercializador en Venezuela tiene la opción de vender ganado y recibir 5.5 bolívares por kilo en pie (que es el precio máximo permitido por el gobierno), o traerlo a Colombia y venderlo a US$ 1.27 el kilo (resultante de un precio promedio $ 2.500 por kilo y un tipo de cambio vigente de $ 1.959). Con estos dólares, este individuo puede acudir al mercado paralelo en Venezuela (mercado libre), donde la tasa de cambio bolívar por dólar es de 6.25 y, en consecuencia, recibiría 7.93 bolívares, valor muy superior a los 5.5 bolívares que se le pagarían normalmente en Venezuela. Esto configura un negocio muy rentable –un carrusel-, que perdurará mientras Venezuela mantenga su política de control de cambios.


Pero no se trata sólo de los efectos que produce el contrabando en los precios internos, sino el mayor riesgo al importar la aftosa y con ello vulnerar nuestro estatus de país libre de aftosa con vacunación.
En consecuencia, no podemos guardar la esperanza de que Venezuela nos vuelva a comprar, ni permitir que nuestras autoridades de control y vigilancia bajen la guardia para combatir el contrabando de ganado. Por el contrario, debemos apreciar el mercado interno.


*Presidente Ejecutivo de Fedegan

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