viernes, 15 de enero de 2010

Criminales de internet

Jorge Enrique Pava Quiceno

La Patria, Manizales

Enero 15 de 2010

Cuando Nicolás Castro creó el grupo en Facebook: “Me comprometo a matar a Jerónimo Uribe, hijo del presidente de la República”, tal vez nunca llegó a pensar que pudiera ser detectado y muy seguramente creyó que podría delinquir impunemente como lo hacen a diario los cobardes que se amparan en el anonimato que les genera la tecnología moderna.

El mundo de Internet está lleno de amenazas, insultos, agravios, injurias, calumnias, ataques personales, mentiras y acusaciones infundadas proferidas por quienes se llenan de resentimiento y odio en contra de figuras públicas y se desahogan en la red pensando que el daño que causen no tendrá remedio y que el origen de sus actuaciones no será descubierto.

Quienes escribimos en los medios nos enfrentamos cotidianamente a este tipo de pusilánimes que no son capaces de dar la cara y, escondidos cual ratas miserables, se amparan en el seudónimo y en el anonimato para agraviarnos. Se ha llegado el extremo de haber recibido una amenaza mediante un correo electrónico y cuando la policía entró a investigar, la dirección IP se encontraba en un servidor de Vancouver, Canadá. Y en otras muchas ocasiones se ha encontrado que son mandadas desde computadores públicos en salas de Internet, lo que les garantiza continuar con el anonimato.

Y no es que me preocupen los insultos ni los agravios que provengan de seres tan bajos que no son capaces de afrontar las cosas. Lo que me parece es una desgracia que en esta era tecnológica que nos tocó vivir, se desperdicien los recursos de tal forma y resulten sirviendo para actos criminales.
Pero volviendo al caso del joven Castro, la creación de este grupo en Facebook demuestra el estado de intolerancia que caracteriza a una parte de estas nuevas generaciones. Está bien disentir y oponerse a una forma de pensar o gobernar; está bien expresar los desacuerdos y los puntos de vista divergentes en relación con las cosas que pasan; está bien no compartir los actos o el pensamiento de los demás. Pero de ahí a querer asesinar y promover esas intenciones públicamente para incitar a los demás a que se unan en esas intenciones, hay un delicado trecho que hace ominosa y punible la forma de proceder de este delincuente.

Para la oposición uribista la pena propuesta para castigar el delito cometido es exagerada y se han rasgado las vestiduras porque no se procedió de igual forma con quienes han querido atentar contra Piedad Córdoba y otros mamertos colombianos. Y tienen razón. La verdad es que no es aceptable que se pretenda eliminar a ningún ciudadano y que los métodos violentos que cunden en Colombia son repudiables en todos los casos. Y la institucionalidad que representan los hijos de un presidente o los líderes políticos de cualquier partido, obliga a proceder en forma más profunda cuando de amenazas en su contra se trata, pues mucho de lo que pretenden quienes aúpan a cometer esta clase de delitos es desestabilizar todo un país, victimizando a personas de renombre e influencia.

Pensemos por un momento qué pasaría si de las simples amenazas se hubiera pasado a los hechos. ¿Hubiera sido una fiesta para la oposición? Seguramente que no -al menos no en forma pública- y, por el contrario, habrían salido esas voces de repudio y censura. Entonces, ¿por qué no censurar enfáticamente y castigar con rigor las manifestaciones anticipadas de un individuo que muestra un alto grado de peligrosidad y falta de escrúpulos? ¿Por qué pedir lenidad en la aplicación del castigo para alguien cuyas intenciones son de esta calaña?

* * *

Parece mentira que en este país existan seres intocables por la justicia y que resulten voces apoyando las actitudes de quienes se sienten protegidos por la coraza de la prepotencia y la arrogancia. Cuando a Adriana Gutiérrez se le vinculó con la parapolítica por aparecer en una foto con quien resultó ser miembro de las AUC, las manifestaciones de repudio por parte de la oposición no se hicieron esperar. Se decía que este hecho constituía un delito atroz y que merecía ser sometida a los mayores castigos. Sin esperar los fallos de una justicia que aún después de dos años no ha podido comprobar nada, la condenaron públicamente y la trataron como la peor delincuente.

Pero ahora que la Procuraduría abre la investigación contra el Camarada No, por supuestos vínculos con las Farc encontrados en los computadores de Raúl Reyes, entonces esa misma justicia es perversa y manipulada. ¡No! Las pruebas encontradas en esos computadores son tan débiles como las que soportan el proceso en contra de Adriana Gutiérrez; entonces, ¿por qué pedir el más severo castigo para ella, y tratar de impedir que los órganos de justicia investiguen al Camarada y emitan su fallo? ¡Deberían guardan más coherencia!

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