Darío Ruiz Gómez
El Mundo, Medellín
Enero 4 de 2010
El Polo se aísla al demostrar tras cada crimen de las Farc que es una organización política absolutamente burocratizada y para la cual, paradójicamente, lo que menos interesa son los problemas sociales, los derechos humanos, ya que una ideología que parte de y va hacia un concepto totalitario no tiene interés en lo ético que es el espacio definitorio del ser humano responsable. Solicitar a las Farc que aclaren si ellos fueron los asesinos del Gobernador del Caquetá es una estrategia que ya utilizaron con el crimen de los diputados del Valle y lo han repetido tras cada nuevo crimen de los guerrilleros de Cano, lo hicieron de manera brillante creando confusión en el ataque terrorista al club “El Nogal”. Este montaje tiene un objetivo: crear ambigüedad ante la monstruosidad de los hechos, disolver la imputación ante la opinión pública dejando tranquila la conciencia de sus concejales, diputados, representantes a la Cámara y al Congreso y, sobre todo, a la llamada “progresía” intelectual.
Un discurso político que busca la confianza de sus electores no puede caer una y otra vez en la repetición de una retórica cuya fachada lingüística no es otra cosa que la demostración de su incapacidad para enfrentar la verdad de sus contradicciones, el hecho de haber caído en manos de la línea más dura, o sea, la armada, capaz hoy de convertir cínicamente el asesinato de civiles en un argumento de guerra, sin darse cuenta de que a estas alturas es ya imposible detener lo que cayó en el vértigo del terror y la insania. Las Farc incendian un bus y matan a seis pasajeros, entre ellos dos niños, y ¿qué han dicho al respecto los 120 intelectuales por la paz? No he leído ningún poema, ningún historiador se ha pronunciado, ninguna organización colombo africana ha dicho nada al respecto.
Andrei Zhdanov fue el funcionario de Stalin que concibió e impuso el llamado “realismo socialista” como estilo a seguir ciegamente por quienes quisieran ser calificados de escritores revolucionarios. Lo primero que niega este realismo es el concepto de individuo ya que lo que prima es el concepto retórico de pueblo, de masa trabajadora. El intelectual que insistiera en la noción de individuo, de subjetividad, era calificado inmediatamente de disidente y eliminado. Se escribe como se vive y quien para no pensar se acomoda a lo que dice y dicta la organización estará desempeñando el triste papel de asalariado de este totalitarismo político. No pronunciarse personalmente sobre un atropello sino esperar a que el Partido se pronuncie al respecto es renunciar a la búsqueda de la verdad para vivir entre estas verdades abstractas.
Cuando ha desaparecido el escrúpulo moral lo que viene a continuación es el conformismo que ha caracterizado desde entonces a una burocracia que sustituyó al pueblo, al proletariado real por una retórica mediática. Abdicar de la independencia intelectual es una catástrofe del lenguaje. ¿Con quién voy a dialogar si no hay un interlocutor para discrepar? Esta es la desaparición no sólo de lo político sino, repito, del lenguaje. Porque el crimen político crea un imposible moral que anula aquello que justifica la existencia de las palabras y hace que la literatura deje de ser una expectativa, que la poesía, tal como hicieron los nazis, desaparezca como mediadora entre el anhelo y lo intangible que supone toda esperanza que posibilita el diálogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario