Jorge Enrique Pava Quiceno
La Patria, Manizales
Enero 22 de 2010
Cuando vemos los anuncios del lanzamiento de la campaña de Juan Manuel Galán y Simón Gaviria al Congreso Nacional, se generan varias inquietudes con respecto al poder que heredan los delfines en este país. Y cuando se escoge un sitio como Soacha (el lugar donde asesinaron a Luis Carlos Galán) para hacer el lanzamiento de la campaña, se produce una reacción íntima de rechazo por la utilización de las desgracias para sacar provecho político.
En el entierro de su padre, el mismo Juan Manuel Galán se encargó de poner en bandeja de plata la presidencia de la república a César Gaviria Trujillo, quien se encontró su ascenso a la Casa de Nariño en la desgracia de un pueblo que lloraba por el magnicidio. Y así, mientras en el resto del país nos dolíamos por la pérdida de un líder, en recintos cerrados se tramaban las oscuras componendas para aprovechar la desgracia en beneficio de unos pocos y apoderarse del poder en nombre del líder sacrificado. Y no propiamente para desarrollar sus programas de honestidad y transparencia.
Viendo este tipo de cosas, encontramos la explicación del porqué los caciques y gamonales impiden el surgimiento de nuevos líderes y hacen lo que sea (hasta sacrificarlos) para evitar que su poder se vea disminuido. Se sienten con el derecho de disponer de “su” masa electoral y de legar en sus hijos o familiares los votos para perpetuarse en el poder, como si se tratara de legar un bien cualquiera que se ha adquirido con decencia.
Miremos algunas de las propuestas que se nos están presentando en Caldas: Ómar Yepes se siente con la autoridad moral y con el poder suficiente para determinar que su sucesor será Floro, y lo impone como el irremplazable hombre que seguirá manejando los hilos del poder; Rodrigo Garavito, de ingrata recordación y extenso prontuario, quiere perpetuarse en cabeza de su hijo, Nicolás, y obliga al partido liberal a incluirlo en la lista para la Cámara de Representantes, independientemente de sus capacidades o de su experiencia (que es ninguna); ya Ferney Tapasco había legado el poder en cabeza de su hijo Dixon, y todos conocemos lo que sucedió; Marco Aurelio Giraldo pretendió (afortunadamente sin éxito) asumir las banderas Luis Guillermo, su hermano querido, y estuvo cerca de apoderarse de un sector del liberalismo; Mauricio Lizcano heredó la cauda de su padre, Oscar Tulio Lizcano, y sacó provecho político de su infortunio durante los larguísimos años que duró secuestrado; y así podríamos adentrarnos en más detalles y encontraríamos que somos nosotros mismos quienes nos hemos encargado de perpetuar una especie política en el departamento que le ha impedido progresar con solvencia.
Lo malo de todo este asunto es que para el surgimiento de nuevos líderes hay que contar necesariamente con los partidos tradicionales y hacer allí una carrera. Es decir, hay que untarse hasta los tuétanos de corrupción, politiquería, maquiavelismo, perversión, nepotismo e indecencia y cohonestar vicios, prácticas perversas y pésimas costumbres, hasta convertirse en cómplice y terminar dependiendo de los mismos, so pena de ser denunciado, encarcelado o eliminado.
Por eso vemos con impotencia cómo la dirección de los votos depende del camino que fijen quienes han abusado por años de las arcas del Estado, y las siguen utilizando para comprar a los electores o para manipular la burocracia a su antojo. Y asistimos entonces a las urnas con desdén sabiendo que las nuevas caras de la política tendrán que sufrir constantes derrotas hasta caer doblegadas ante los mismos de siempre.
Pero volviendo al caso de Juan Manuel Galán, me pregunto: ¿de dónde salen sus votos si en su corto trasegar por el Senado de la República no ha demostrado ser el digno heredero de su padre, ni ha mostrado resultados en un país necesitado de hechos y obras? Pues del Partido Liberal manejado por César Gaviria, quien tiene la impagable deuda de gratitud por haber llegado a la presidencia en un acto de oportunismo del propio Galán. Esos son los círculos viciosos que mantienen a Colombia en manos de unos pocos y les permite abusar descaradamente de algo que teóricamente depende del pueblo: el poder.
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Cada vez se hace más viable el proyecto del Cable Vía desde Chipre, pasando por Chinchiná, hasta el nuevo Aeropuerto del Café. Además de constituirse en una alternativa de transporte limpio, el turismo que traería a Manizales y la región sería incalculable. Estos son los grandes proyectos que, estamos seguros, se podrían desarrollar en manos de Juan Manuel Llano y Mario Aristizábal. Y dejarían una huella imborrable en un municipio y en un departamento que pedían a gritos una mirada seria y están progresando en forma tangible. Y tal vez es la hora de acogerlo, pues podría ser posible que, empezándolo a corto plazo, pudiera llegar a inaugurarse paralelamente con el Aeropuerto.
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