José Manuel Restrepo Abondano
El Nuevo Siglo, Bogotá
Enero 7 de 2010
EN pleno siglo XXI, cuando creíamos superada cualquier expresión hostil de fanatismo, parece que no es cierto. Es común oír recomendaciones de fanáticos que pretenden que la ciencia no se use en la agroindustria. Para estos sujetos los mejoramientos en semillas, y en general en especies más resistentes a ciertos climas o plagas, son inaceptables. Como si la ciencia no pudiese estar al servicio de mejorar la productividad agrícola y con ello contribuir a la reducción del hambre en el mundo.
En la reciente Cumbre de Copenhague se hizo evidente la aparición de otro ejemplo de fanatismo: el ambiental. Dicen algunos que esto puede ser la preparación para la fatídica fecha del 21 de diciembre del 2012. Uno de aquellos servidores de este tipo de mensajes, incluso a juicio de una autoridad de la economía mundial Robert Barro, es Al Gore, quien con motivo de su campaña electoral de hace algunos años llegó a recomendar el absurdo de “por razones ambientales oponerse a las exploraciones en Alaska asumiendo el también absurdo análisis de que su costo es infinito y nunca se compensa con los beneficios de su exploración”, asunto que está económicamente comprobado que es falso. Al Gore llega igualmente a posiciones tan increíbles como prohibir el motor de combustión, comparar la amenaza ambiental con el holocausto nazi o con la esclavitud y pretende hacernos pensar que todos nosotros somos unos enemigos de la humanidad y devoradores de medio ambiente.
Posiciones como las de Gore tuvieron eco en la cumbre ambiental llegando a expresiones extremistas en temas como el recalentamiento terrestre o la pérdida de la capa de ozono.
Lo increíble es que parece que el asunto no es de tan alta gravedad como pretenden hacernos creer. En recientes artículos periodísticos (Jeffrey Ball en The Wall Street Journal del 23 y 24 de noviembre de 2009, Der Spiegel del 19 de noviembre de 2009, The Times del 27 de noviembre de 2009, y más) y científicos (revista Climate Research e incluso trabajos del Climate Resarch Unit de East Anglia University en el Reino Unido), se demuestra que durante los últimos 30 años la temperatura del mundo está prácticamente estable contradiciendo fatales predicciones. Demuestran también estos artículos que hay errores en cálculos de temperatura que se divulgan por debilidades en los sistemas utilizados para abarcar la gran cantidad de microclimas en el mundo y a través de una revisión de “emails” a que se tuvo acceso entre la comunidad de “expertos ambientalistas”, se demuestra que ellos pretenden llevarnos a todos a una posición unificada en el tema medioambiental, arreglar datos para defender hipótesis preferidas y similares acciones que confirman la tesis de Tony Breton de The Times: “Los informes del Panel Intergubernamental de cambio climático parecen más ejercicios de persuasión que sobrios análisis científicos”.
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