General (r ) Henry Medina Uribe
El Colombiano, medellín
Enero 22 de 2010
En mi anterior columna, " Programas antes que personas ", sugerí, de cara al año electoral y a la selección de quienes habrán de liderar los poderes Ejecutivo y Legislativo durante los próximos cuatro años, la importancia de discutir, antes que el carisma, la capacidad comunicativa o el músculo económico de los candidatos, los temas críticos y de mayor impacto en la vida nacional en el corto, mediano y largo plazo.
Sugerí seis posibles: 1. La ética, la corrupción y el impacto del narcotráfico en nuestro sistema de principios y valores; 2. La tenencia de tierras; 3. La macroeconomía; 4. Las relaciones exteriores y la actual encrucijada en la que nos encontramos; 5. La Seguridad en una concepción integral y 6. La Justicia y la actual crisis que la aqueja.
El liderazgo que democráticamente escojamos debería ser, como en la mitología griega, el Perseo que enfrente y venza a tan singular medusa que amenaza la institucionalidad y pone en riesgo la mejor calidad de vida de nuestros compatriotas en el futuro, y no Eris, la diosa del caos, que utilizando canto de sirenas y otros artilugios logren sustraerle al país el libro con los secretos para construir y mantener la paz.
La segunda opción parece ser la que amenaza a nuestra vecina Venezuela.
Las manifestaciones del movimiento Carapaica, milicia urbana nacida en 1992 con el propósito de respaldar el movimiento chavista y que hoy reclama de su líder renovar el tren ejecutivo, al que acusa de enriquecimiento ilícito, a la vez que lo amenaza con acciones político-militares si no cumple tales exigencias, son sintomáticas del proceso de desinstitucionalización creciente y del riesgo de una situación que puede llevar al país al caos que buscó Eris.
Pero el problema también es nuestro, pues la historia es rica en ejemplos de gobiernos que para mitigar los efectos de la desintegración interna, recurren a incentivar un conflicto externo, como sofisma de distracción que les permita prolongar su permanencia en el poder.
El destino de Colombia y Venezuela tiene mucho en común y las circunstancias de los dos países se retroalimentan en lo geopolítico, en lo social y en lo económico.
Lo grave es que las perspectivas no son las mejores.
Hace algunos días leí con alto interés la columna de Carlos Caballero Argáez, en la que insiste en la necesidad de pensar a largo plazo y nos advierte sobre los posibles efectos de un inequitativo sistema tributario, las graves perspectivas fiscales del país y la situación social.
Caballero Argáez invita a los candidatos al Congreso y a los electores a adquirir conciencia de tal situación.
Me parece una buena recomendación, pero debemos tener en cuenta que los primeros son el resultado de la racionalidad de los segundos.
Mucho análisis y responsabilidad necesitamos los electores para que el próximo Congreso y las cabezas del Ejecutivo asuman la actitud de Perseo.
Nuestra obligación es minimizar los riesgos. Para ello, debemos tener conciencia de nuestras vulnerabilidades y buscar la forma de hacerlas menos significativas.
A la vez, adquirir claridad sobre las amenazas para prevenir sus efectos y estructurar las medidas protectoras.
Esas también son responsabilidades del liderazgo que debemos elegir. La nuestra, como electores, es no equivocarnos en nuestra decisión. Seleccionar a los más capaces y prever para luego no tener que lamentar.
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