martes, 3 de marzo de 2009

Correa y las Farc

Por Vicente Torrijos R.

El Nuevo Siglo, Bogotá

Marzo 3 de 2009

Todos los días se sabe un poco más de las conexiones que se estarían dando entre las Farc y el gobierno del presidente Correa del Ecuador.

Fiscales, exfuncionarios, altos mandos militares (forzosamente) retirados, comisionados de la OEA, aportan, cada uno en lo suyo, más y más datos relevantes que tienden a comprometer al gobierno Correa con las Farc.

Deseoso de explotar al máximo el anti-colombianismo para traducirlo en votos, Correa se enfrenta a una terrible paradoja: que semejante actitud lo pone, irremediablemente, del lado del terrorismo.

No hay día en que él, o sus escuderos de turno, a los que tarde o temprano se les comprobará que están haciendo lo que en su momento hicieron Chauvín o Larrea, dejen de acusar al Palacio de Nariño de atentar contra la integridad del Ecuador.

Pero al constatar que si algo anima al Palacio de Nariño es la lucha contra el terrorismo, el ciudadano ecuatoriano común necesariamente asocia la conducta reactiva de su Presidente con cierta complacencia, permisividad o apoyo al terrorismo. Más aún cuando la verborrea anti-colombianista de su gobierno se estrella con el prudente mutismo de la Presidencia o la Cancillería de San Carlos.

Mutismo que los Correa, Carvajal o Larrea quisieran convertir en respuestas explosivas y pendencieras para gozar de las delicias que la propaganda política le procura a quien logra encontrar al enemigo público número uno.

Mutismo que, en todo caso, mal harían ellos en confundir con indiferencia, evasión o pasividad.
Por el contrario, si de algo debieran estar convencidos los ocupantes del Palacio de Carondelet es de la firme convicción con que cada colombiano de bien deplora, reprocha y rechaza la complicidad y la connivencia con el terrorismo de quien quiera que sea.

Convicción que conduce, precisamente, a que Colombia trate, por todos los medios razonables a su alcance, de persuadir a la cúpula ecuatoriana de que se vincule voluntaria y sinceramente a luchar contra la que hasta hace unos años era considerada como una amenaza común.

Porque si algo está más claro que nunca, a un año de la Operación Fénix, es que Colombia nunca renunciará a llegar, prudente pero certeramente, hasta los escondites de los terroristas, estén donde estén, y con quien quiera que estén.

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