viernes, 13 de marzo de 2009

El éxito de Colombia es clave (2)

Por Domingo Cavallo

El Colombiano, Medellín

Marzo 12 del 2009

Es inconcebible que algunos estrategas de la política exterior y legisladores en los Estados Unidos no adviertan el daño moral y material que para la causa de la paz y el progreso de todo el continente significa el manoseo que está recibiendo en el Congreso Americano el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y los Estados Unidos. Afortunadamente México y Canadá, en el norte, y Chile, Perú y Brasil, en el sur, tienen una actitud mucho más constructiva con Colombia en términos de una relación comercial más abierta y profunda. También es alentador constatar la predisposición favorable al proceso integrador, por vía de acuerdos de libre comercio, de Europa y Asia, que aunque no son mercados tan importantes para Colombia en la actualidad, el carácter bioceánico de su rica geografía ayudará a que lo sean en el futuro.

Además de reforzar el proceso de integración continental con la aprobación del Tratado de Libre Comercio, los Estados Unidos y los demás países importantes de América deben utilizar toda su influencia en los organismos multilaterales de crédito para que Colombia pueda financiar un programa ambicioso de mejoramiento de la infraestructura de transporte, así como de la infraestructura económica y social en las ciudades y pueblos del interior del país que no cuentan con el nivel de desarrollo de Bogotá y Medellín. Una consecuencia visible de los conflictos que debió soportar Colombia durante décadas es el deterioro y en algunos casos la ausencia de infraestructura para la interconexión terrestre entre las comunidades de su vasto y accidentado territorio, así como las carencias de servicios básicos en muchas poblaciones pequeñas y alejadas del interior colombiano.

Hasta algunos años atrás, en estas poblaciones el único poder que existía era el de la narcoguerrilla. No existe mejor forma para neutralizar las tendencias recesivas originadas en la crisis económica global que redoblar los esfuerzos para revertir estas situaciones críticas, porque además de crear oportunidades de empleo y generar ingresos a la población, se estará apuntalando la presencia del Estado, en su rol prestador de los servicios básicos esenciales en los territorios que las fuerzas del orden han logrado recuperar de las garras de la guerrilla.

Además de todo el potencial que se detecta en Colombia para la producción de bienes, cuando se superen las limitaciones que hoy imponen la falta de infraestructura y de servicios, la geografía y la cultura de Colombia se constituirán en imanes poderosos de contingentes hoy inimaginados de turistas de toda las latitudes. Esta es una de las conclusiones de mi viaje que me siento más seguro de formular. Dan testimonio de ello la eficiencia y simpatía de María Emma García, la secretaria del Gerente General del Banco de la República que organizó y reorganizó mi agenda con una puntillosidad que yo, en toda mi larga historia de viajero incansable, nunca antes había conseguido; de Alejandra Rincón, joven licenciada en artes plásticas que me hizo recorrer y gozar de la admirable colección de pinturas y esculturas de la Casa Botero y del Museo de Arte de Bogotá. Sus explicaciones demostraban no sólo erudición sino, y sobre todo, su amor por el arte colombiano; y de Juan Camacho, joven antropólogo que me explicó la historia y las características de las piezas admirables de arte precolombino que se exhiben en el renovado Museo del Oro.

Los paseos que hice guiado por viejos amigos argentinos que viven en Colombia, Ana y Antonio Assefh y amigos colombianos, desde la época de estudiantes en Harvard, Cecilia y Álvaro Pachón, me permitieron conocer lugares tan impresionantes como la "Catedral de Sal", en Zipaquirá, y tan divertidos como "Andrés Carne de Res", en Chía. Estas visitas terminaron de convencerme de algo que ya había comenzado a descubrir en mis viajes a Cartagena de Indias en el pasado. Que Colombia, en un clima de paz, se transformará en un destino turístico de relevancia mundial para beneficio no sólo de quienes presten servicios a los turistas, sino también, y sobre todo, para deleite cultural y espiritual de quienes decidan acometer la aventura de descubrir la otra cara de Colombia. Tal como lo hice yo en este viaje inolvidable. 

*Exministro de Economía de Argentina y consultor Internacional

 

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