sábado, 7 de marzo de 2009

La masacre indígena de las Farc

Nestor Raúl Correa H.

El Mundo, Medellín

Marzo 7 de 2009

La masacre de ocho indígenas awa por las Farc debe ser rechazada y repudiada sin rodeos, al menos por los siguientes motivos. 

Primero, se trata de una masacre, es decir, de un asesinato múltiple, simultáneo, por el mismo móvil. Matar una persona ya es de una gravedad suma, pero matar a sangre fría a varias personas a la vez, personas de carne y hueso que tenían sus historias de vida singulares, es un crimen de la peor calaña, que da cuenta de un total desprecio por la vida.

 Segundo, se trata de un genocidio, pues la masacre estuvo dirigida a un grupo poblacional específico, con el fin de eliminarlo. Los pobres indígenas deben tener mal de ojo o algo así, porque primero vinieron los españoles y casi los acaban, luego en la colonia los criollos no les reconocieron derechos civiles –era lícito practicar cacería sobre indígenas- y ahora los guerrilleros los han convertido en botín de guerra. Los indígenas son pacíficos, son una población protegida, tienen una cosmogonía y una ética diferente y respetable y en todo caso deben ser dejados de lado en el conflicto armado interno. El múltiple crimen sobre una población vulnerable da cuenta del cinismo y la cobardía del autor. 

Tercero, se trata una ejecución extrajudicial de las Farc, que ahora “administran justicia”. Este grupo guerrillero ha justificado su delito con el argumento de que los indígenas eran informantes del Ejército. Así lo afirmó el tal bloque Antonio José de Sucre (pobre prócer, a donde vino a parar). Esa imputación no debe ser cierta y si la confesaron al parecer fue bajo tortura, para evitar un dolor mayor. Por otra parte, ser informante del Ejército regular o legítimo de la República puede que no sea muy loable pero en todo caso no es delito. Además la pena de muerte no parece una sanción muy democrática en ningún caso. Todo es una escalada de violación de los derechos humanos. 

Cuarto, las Farc mataron a los indígenas no sin antes suprimirles la condición de tales. Las víctimas pasaron de indígenas a informantes. Eso hace entrar en línea de cuenta la particular perversión e inmoralidad de las Farc: no basta matar, hay que eliminar la condición estructural del otro. No es suficiente con derribar un cuerpo, hay que quitarle antes a ese cuerpo lo que tenía de digno, de propio, de humano. ¡Qué horror! 

Quinto, el mensaje final es tan inhumano como desalentador: las Farc están dispuestas a dosificar el asesinato para intimidar a todos, con el fin de conservar y extender su dominio territorial, sobre todo en donde hay narcotráfico. Esta masacre a los awa fue un homicidio calculado, disciplinado, para regular el terror. Como bien afirmó el presidente de la ONIC: “Las Farc siempre tienen un pretexto para matar a la gente”.

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