domingo, 15 de marzo de 2009

Una afrenta a la justicia

Por Rafael Nieto Loaiza 

El País, Cali

Marzo 15 de 2009

Confieso que no salgo de mi asombro. Pero hay que decirlo de frente y sin tapujos: las últimas decisiones de la Corte Suprema de Justicia amenazan la figura de la extradición y significan un retroceso peligroso y alarmante en la lucha contra la criminalidad. 

En sendas decisiones de las últimas semanas, la Sala Penal ha negado dos extradiciones: la de un guerrillero sindicado del secuestro de un norteamericano, con el argumento de que el delito se cometió en Colombia, y la de un narcotraficante, porque había sido condenado aquí. En ambos casos, la Corte ha cambiado radicalmente su jurisprudencia. 

Con la primera decisión se restringen los escenarios de la extradición al de la ocurrencia del delito en otro país. Olvida la Sala que la nacionalidad de la víctima y la del victimario también justifica la figura. De manera que la extradición opera, aunque el crimen haya sucedido sólo en Colombia, cuando el presunto delincuente es extranjero o cuando la víctima del delito lo es. 

Con la segunda, la Corte abre la puerta para que los criminales busquen condenas en Colombia para evadir la extradición. No sobra recordar que con esta decisión se vuelve a la época nefasta en la que se negó la extradición de narcos porque se les abrían procesos por los mismos delitos en nuestro país. 

Con sus decisiones, y por mucho que se alegue que la “jurisprudencia es cambiante” y el “derecho es dinámico”, los magistrados actuales cometen una afrenta a sus colegas del pasado. La Corte fue, a costa de la vida de muchos de sus miembros, defensora de la extradición como mecanismo irremplazable para la cooperación judicial internacional y el combate de la delincuencia organizada. 

En defensa de la extradición murió Hernando Baquero Borda y por ella fueron asesinados los magistrados de las salas Constitucional y Penal en la toma del Palacio de Justicia. De la alianza de la mafia y el M-19 da fe la comisión de notables que tenía entre sus miembros a prestigiosos ex presidentes del Alto Tribunal. Con las decisiones recientes, la Corte no honra a los valientes de entonces, sino que sigue la línea cobarde de Jairo Duque Pérez, el ponente de la sentencia que tumbó la ley aprobatoria del tratado de extradición de 1979 con Estados Unidos. 

Y que no nos vengan con el pretexto de la defensa de la autonomía e independencia de la Rama Judicial. Aquí hemos condenado sin ambages las intervenciones y seguimientos no autorizados a los jueces y pedido la protección de los magistrados y sus familias. Y hemos dicho que las sentencias hay que cumplirlas, aunque no se compartan. 

Pero con estas decisiones la Corte nos deja sin argumentos. Ya no es sólo la francachela con mafiosos y narcos en sus restaurantes, aceptar relojes costosísimos como regalos, el cruce de favores burocráticos en el Poder Judicial, atravesarse con decisiones cuestionables, más políticas que jurídicas, a la desmovilización de las bases paramilitares (hoy en el limbo por cuenta de una sentencia traída de los pelos) y la forma poco pulcra y a veces violatoria del derecho a la defensa y el debido proceso en que se tramitan casos de vínculos entre políticos y grupos armados ilegales. 

El respeto, señores magistrados, más allá del cargo, se gana y se honra. Con estas decisiones ustedes pisotean la dignidad de la Justicia. 

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