jueves, 27 de agosto de 2009

A derrotar la pobreza

Editorial

El País, Cali

Agosto 27 de 2009

Reducir en siete puntos porcentuales el índice de pobreza, y en dos puntos el de miseria, es, sin duda, un logro importante en el que debe ser el propósito primordial para una sociedad que busque en el crecimiento económico la solución a sus problemas sociales. Sin embargo, ese resultado, alcanzado entre el 2002 y el 2008, no puede ocultar el drama que se esconde tras el hecho de tener aún el 47% de la población bajo esa línea.

Independiente de la discusión sobre los efectos que ha tenido el cambio de la metodología en las mediciones sobre un tema tan sensible, nada ni nadie puede desconocer los progresos que Colombia ha logrado en esa materia. Más aún, cuando, según el informe de la Misión de Empalme de las Series de Empleo, Pobreza y Desigualdad, Mesep, el impacto ha sido más favorable en las ciudades, donde esos índices llegaron al 31%. La pregunta es si tales resultados son suficiente


Y la respuesta es obvia. En la medida en que 20 millones de personas sufran el rigor de no tener un trabajo estable, o de que sus ingresos no les alcancen a las familias para el sustento diario o para la educación de los hijos, la brecha de la desigualdad seguirá gravitando en todos los órdenes de la actividad económica y social. Más aún cuando el informe reconoce que dos de cada tres habitantes de las zonas rurales padecen los rigores de la marginalidad, mientras la escalada en los precios de los productos agrícolas no se refleja en mejores niveles de ingreso y de vida para los campesinos.


En los últimos siete años, Colombia ha transitado una época de prosperidad que podría calificarse de excepcional, si se analizan las cifras sobre crecimiento del Producto Interno Bruto, y de ingresos del Estado por concepto de impuestos pagados por el sector privado. Que hubo un aporte positivo, lo dicen las reducciones citadas arriba en materia de pobreza y miseria, tanto como el avance logrado en el cubrimiento de servicios como la salud y la educación. La inquietud surge cuando se hace claro que tal crecimiento no tuvo la respuesta que se esperaba en materia de empleo que vaticinaron los expertos.


Esa debería ser la gran preocupación de los partidos y organizaciones políticas del país. Y tendría que estar en el centro de la discusión diaria, de no ser porque el tema electoral o la reelección se tomaron en su casi totalidad la actividad política durante los últimos dos años. Preocupa saber que, salvo los lineamientos del Gobierno Nacional sobre políticas agrarias y de incentivo a la creación de empleo, en el Congreso de la República o en los documentos expedidos por los partidos se escuchen muy pocos aportes o análisis sobre el asunto. Y que no exista un compromiso serio de la sociedad para combatir la pobreza.

El país ha logrado progresos incontrovertibles en su seguridad y en la confianza inversionista, banderas del presente Gobierno. Pero ya es hora de ganarle la batalla a la pobreza y la miseria. Y de aceptar que se requiere un esfuerzo de la sociedad para combatir la exclusión y la inequidad. Ese es el desafío. De no enfrentarlo, habrá que preguntar para qué se gastan recursos en estudios como el de la Mesep.

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