Por Libardo Botero C.
Dos declaraciones de las Farc conocidas recientemente, una de su fallecido jefe “Manuel Marulanda”, y otra de su sustituto “Alfonso Cano”, han concitado mi curiosidad. Aunque hayan pasado desapercibidas para la mayoría de los analistas y comunicadores, no resisto a comentarlas, porque me generan no pocos interrogantes y sospechas.
La primera se relaciona con la información contenida en la carta de “Marulanda” a sus prosélitos de marzo 21 de 2008, revelada póstumamente por el “Mono Jojoy”, en la cual enumera algunos de los secretos de las Farc que quedaron al descubierto con la incautación de los computadores de “Raúl Reyes” en la célebre Operación Fénix que dio al traste con la vida del segundo de las Farc. Textualmente destaca entre ellos la “oferta para crear u organizar una empresa rentable en Venezuela de cuyos dividendos sería beneficiada las Farc”.
Resulta que un correo extraído de los PC de “Reyes”, de febrero 8 de 2008, dirigido por Iván Márquez y Rodrigo Granda a “Marulanda”, relata la negociación que adelantaron con funcionarios venezolanos para distintos temas, entre los cuales resaltan “otras ofertas” como “venta de gasolina a Colombia, o en Venezuela”, “creación de una empresa rentable para inversiones en Venezuela”, y hasta “posibilidad de adjudicación de contratos del Estado”. Muy a tono con lo que ha sido casi una constante del gobierno de Chávez para estimular su proyecto expansionista, con el petróleo como instrumento de apoyo económico a sus validos, evidenciado en Nicaragua, Honduras, varios países antillanos, Cuba y Bolivia, entre otros.
La mención de ese proyecto por “Marulanda”, apenas un mes después, rubrica su importancia. Recientemente The New York Times reveló, en un contundente editorial, que poseía información detallada de que la colaboración entre el gobierno venezolano y las Farc persistía, sustentando su aserto en documentos incautados a la guerrilla este mismo año, proporcionados por “agencias de inteligencia occidentales”. El nombre de Iván Márquez salta de nuevo a la palestra, así como el de varios personajes del gobierno “bolivariano”. Toda esa información nos provoca interrogantes a granel. ¿Se concretó y estará operando la “empresa rentable” de las Farc en Venezuela? ¿El mismo gobierno que ahora se niega a proporcionarnos gasolina en la frontera, la estará proveyendo a los terroristas para su venta en Colombia o Venezuela? ¿Le ha brindado contratos a las Farc el Estado vecino?
La segunda está contenida en la entrevista concedida por “Alfonso Cano” a la revista Cambio, publicada el 13 de agosto. Pese a que “Cano” para algunos es el exponente del ala intelectual de las Farc, supuestamente culto y preparado, las respuestas que ofrece son de una pobreza argumental extrema, la repetición de propuestas trasnochadas en una especie de disco rayado. Lo único claro pareciera ser la intención de desvirtuar vínculos con los gobiernos “amigos” de Correa y Chávez, sin negar su simpatía. Se esfuerza por disipar los severos interrogantes que flotan en el ambiente, pero resulta agrandándolos sin remedio. Así ocurre con el caso de Correa, quien quiso desembarazarse de la acusación –basada en pruebas fehacientes- de financiación de su campaña electoral por las Farc, pidiéndole a este mismo grupo que lo absolviera. “Cano” le hizo el favor en la entrevista al certificar lo que aquél le pedía, pero con tal torpeza que se refiere a que no entregaron “ni armas ni dinero”, cuando nadie, que se sepa, ha hablado de las primeras… ¿Lo traicionó el subconsciente? ¿Hay más cosas turbias detrás de esas relaciones que aún no conocemos?
Pero el fiasco total viene cuando procura salvar a Chávez, por el caso de los lanzacohetes de fabricación sueca. Como se sabe, la explicación que el paracaidista-presidente Chávez había ofrecido el 6 de agosto en una ruidosa rueda de prensa, cuando sentó cátedra sobre el caso –con un lanzacohetes en la sala para mayor impacto mediático- fue de este tenor: que los rockets habían sido robados por las Farc a la fuerza armada venezolana en 1995, en un ataque a la base naval de Cararabo, hecho ampliamente registrado por la prensa en aquel entonces. Blandió –sin entregar copia- un documento militar de esa época, que listaba las armas hurtadas, en el cual constaba el serial de las mismas –según sus palabras- y que incluía 5 rockets AT4. Hubiera bastado entregar esos seriales para disipar dudas, pero no lo hizo, como no le ha informado a Suecia (país al que difícilmente podría acusarse de hacer parte de un complot pro-yanqui), que lo ha requerido, ni mucho menos a Colombia.
Apenas habían transcurrido unas horas cuando los medios colombianos, acuciosos y responsables, encontraron la verdadera información sobre el ataque a Cararabo. Fue la periodista Vicky Dávila, en entrevista con el coronel Chávez, la encargada de darle la noticia cuando él quiso de nuevo alardear con su explicación, apenas tres días después de la rueda de prensa: aquel ataque había sido protagonizado por el Eln y no por las Farc. El histriónico entrevistado, sorprendido en la mentira, mudó su semblante, pensó por unos segundos, y con tono altanero ripostó que ese era problema que debían elucidar el Eln o las Farc y no él. ¡Vaya respuesta!
Alias “Alfonso Cano” quiso sacar del fuego las castañas del coronel, pero también resultó quemado. Interrogado por Cambio sobre el mismo “affaire” arremetió con esta perla: “Uribe acudió al terror mediático para insinuar que el Gobierno de Venezuela nos facilitó unos lanzacohetes que habíamos capturado hace mucho en un enfrentamiento militar en la frontera, hecho que fue ampliamente informado a la opinión en su momento.” Cometió la misma “gaffe” que su compadre “bolivariano”. Como en el caso de Ecuador, él quiere refrendar lo que le interesa a su “amigo”: que sí fueron ellos los que sustrajeron las armas y atacaron la base fronteriza. Talvez “Cano” solo conocía la rueda de prensa de Chávez, o versiones que le hicieron llegar fuentes oficiales venezolanas, y sus respuestas a Cambio se produjeron antes de conocer la otra información. Es lo más probable. En todo caso ambos resultaron pillados en su embuste.
Y una anotación al margen. Mientras el ataque de Colombia al campamento de “Reyes” en Ecuador (que no a Ecuador, y menos a Venezuela), suscitó en Chávez reacciones airadas, de encono extremo, con amenazas militares de traslado de batallones a la frontera, por el contrario el ataque de guerrilleros colombianos –gente “respetable” según el coronel- a la base militar de Cararabo no ameritó la misma explosión de patriotismo, ni de dignidad, ni la condena de sus autores el 6 de agosto; ni el reconocimiento (así fuera falaz) de “Cano” de su autoría por las Farc unos días después ha merecido su repudio. Una oportuna tabla de salvación bien vale un silencio.
¡Cuántos interrogantes y sospechas!
Medellín, agosto 24 de 2009
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