Por Alfonso Monsalve Solórzano
El Mundo, Medellín
Agosto 30 de 2009
Sentarse en el banquillo de los acusados no es una buena estrategia. Como dice el analista Vicente Torrijos, en El Tiempo, o Colombia se porta como protagonista en Unisur o debe retirarse de ella. Dar explicaciones que desde el principio se sabe que serán inadmitidas por los antagonistas más radicales, los del grupo bolivariano, es dar escenario y eco internacional a sus posiciones en contra del país.
Ir como fuimos, significa exponer nuestros acuerdos estratégicos de seguridad nacional como si se estuviera cometiendo un delito, ante jueces que ya han prejuzgado. Unisur debe, entonces, tomarse en serio y reanalizar la estrategia para ganar respeto y afianzar soberanía. O a todos se los trata por igual y todos dan explicaciones o no le conviene al país ese tipo de organizaciones. El análisis regional de seguridad debe ocuparse de los juegos de guerra que el presidente Chávez ha diseñado con su Estado Mayor, de las compras de armas ofensivas que hace, de la política de seguridad de Brasil, etc.
Algunas de las reivindicaciones colombianas, fueron, sin embargo atendidas. Pero esto no es resultado de la reunión sino consecuencia de la política, prolongada en el tiempo, del gobierno colombiano. La insistencia irrenunciable a la denuncia al terrorismo y el narcotráfico, hace efecto, al menos ante los medios, en las declaraciones de ciertos mandatarios en esa cumbre. Pero yo no estaría tan seguro de que lo que se consiguió a regañadientes sea mantenido como política sincera por todos los presidentes del bloque bolivariano.
No obstante, las posibilidades de recomponer las relaciones con Ecuador, en el marco del respeto a las diferencias y el respeto mutuo son importantes, para deshabilitar una amenaza en la frontera sur, que se presenta simultáneamente con una mayor en la frontera nororiental. Tener dos frentes de tensión es muy difícil.
Pero dicha recomposición tampoco es el resultado de la cumbre de Unasur. Venía gestándose de tiempo atrás, en parte como resultado de una política que sin ser agresiva ha sido firme. La contundencia de los argumentos y pruebas colombianos y su fuerza en los escenarios internacionales, han ayudado a crear un clima de acercamiento sobre bases más realistas: para los gobernantes ecuatorianos resulta incómodo y políticamente insostenible, dentro y fuera de su país, mantener una relación abierta con la insurgencia colombiana.
Ahora bien, hay que reconocer que en el frente interno al gobierno del presidente Uribe le fue muy bien. El debate concentró la atención nacional y la gente lo percibió como ganador. Su imagen de defensor del interés nacional, cercado por oponentes implacables a los que enfrenta valientemente, dinamiza el consenso nacional sobre la importancia de que su tarea continúe.
En la política interna esto tiene grandes repercusiones. Fortalece su imagen, algo que necesariamente se reflejará en la votación de la segunda reelección en
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