Por Álvaro Valencia Tovar
El Tiempo, Bogotá
Agosto 28 de 2009
A la voluminosa literatura que se ha publicado sobre el fatídico 6 de noviembre de 1985, le hacía falta el testimonio de un protagonista que desde la cumbre del Gobierno hubiese conocido la profundidad y el alcance del acto terrorista, que en esa fecha aciaga de la historia de Colombia desencadenó el brutal asalto contra el Palacio de Justicia y el rescate por el Ejército de
Jaime Castro, cuya verticalidad de servidor público y calidades de ciudadano ejemplar han sido apreciadas por la nación en cargos de elevada responsabilidad, rinde ese testimonio histórico, sereno, ponderado, analítico en su libro 'Palacio de Justicia - Ni golpe de Estado ni vacío de poder' *. El mero título de la obra es un contundente mentís del entonces Ministro de Gobierno, a los infundios que se tejieron para imaginar un Presidente desbordado por el vértigo de los acontecimientos y un Ejército actuando por su propia cuenta. Lo segundo no hubiese tenido nada anormal.
Era potestativo del Presidente dirigir el operativo o no. Lógico resultaba dejar al mando militar la responsabilidad de ejecutar la misión que le era propia.
El libro de Jaime Castro es un retazo de historia auténtica, veraz, documentada, explicación de admirable claridad sobre los hechos febriles, vertiginosos, de cuyo desarrollo dependía la supervivencia del Estado de Derecho que ha regido nuestra existencia republicana desde hace 200 años. No se habían desvanecido las imágenes del Palacio en llamas y la espesa humareda del incendio, cuando dogmáticos columnistas y opositores políticos, ignorantes de la verdad, comenzaron a tejer sus propias versiones, entre imaginativas y funambulescas, con el Ejército como blanco soterrado. Veinte años después, la transmutación se ha logrado. La inmensa mayoría de la opinión tiende a responsabilizar al Ejército como culpable de la masacre de los magistrados por exceso de violencia en la "retoma" del Palacio. La imagen de un tanque derribando la pesada poterna de bronce, de recurso lícito para abrir paso a las tropas de asalto y evacuar a los más de 200 rehenes que adelantaban gestiones en el Palacio al producirse el acceso sangriento de los terroristas, ha pasado a simbolizar la barbarie oficial y el inútil desbordamiento de la fuerza que culminaría con la masacre de los magistrados.
Jaime Castro, con la clara dialéctica del jurisconsulto, penetra metódicamente en la urdimbre de falsedades y equivocaciones de buena o mala fe, para dar paso a la verdad pura, apuntalada en documentos, con abundancia de notas de pie de página que señalan la meticulosa investigación realizada.
La actuación de
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