Paloma Valencia Laserna
El País, Cali
Agosto 29 de 2009
El Partido Conservador aplazó o canceló la consulta para elegir candidato. La decisión parece acertada. Esa doble postura según la cual apoyaba la reelección de Uribe, y al mismo tiempo buscaba definir el candidato para la contingencia de que no hubiera reelección tenía peligros inmanentes.
De haberse llevado a cabo la consulta y haber seleccionado un candidato con una votación significativa -como las que ha venido mostrando el partido- habría sido difícil mantener la unidad y la adhesión a Uribe. La cercanía del poder y el presentimiento de una candidatura exitosa habrían podido actuar en contra de los intereses nacionales que deben inspirar a los conservadores en este momento.
La cuestión del referendo es prioritaria, pues no se trata de la reelección de Uribe, sino de convocar al pueblo, poder soberano, para que decida si quiere o no que haya reelección. El partido no puede fallar en ese propósito, pues la popularidad de Uribe es justificada. Representa uno de los liderazgos políticos más interesantes de nuestra historia. Le devolvió a la nación la esperanza de que podemos construir un país mejor y de que lograremos derrotar a los violentos. Su fuerza, su capacidad de trabajo, mostraron que el Estado puede actuar, que es posible establecer metas y alcanzarlas. Su huella ha sido profunda, transformó nuestra concepción reciente del poder público. La posición consistente del Gobierno ha permitido que la dinámica gobierno-oposición opere de manera que los partidos se han ajustado a sus posiciones y aferrado a sus ideas. En el contexto latinoamericano tener un Presidente de sólidos principios, con credibilidad y gran capacidad analítica nos ha protegido de la ola de demagogos que nos invade.
Sobre los precandidatos debemos anotar lo siguiente. El ex ministro Arias ha mostrado un decidido compromiso con el Presidente. Ha sido enfático en su decisión de apoyar la tercera reelección de Uribe (aunque él era quien más esperaba la consulta). La estrategia de plegarse a Uribe como su más leal seguidor puede consolidar su nombre si no para esta elección, para la siguiente. Aún le falta demostrar carácter, fortaleza y sobretodo sencillez y capacidad de oír a quienes no piensan como él.
Noemí Sanín ha elegido opciones que pueden comprometer su candidatura. Aquella visita que hizo al país como embajadora para reunirse con el ex presidente Gaviria no cayó bien; en las huestes uribista se sintió como una traición. Su decisión de presentar su candidatura aún si Uribe se lanza tiene doble filo; por una parte le da solidez al trabajo que está iniciando y la acerca a los sectores que no quieren la reelección. Si Uribe no se lanza su estrategia puede tener costos, los uribistas podrían cobrarle su falta de apoyo, pero habría avanzado mucho su trabajo político. Pero si Uribe se lanza, será derrotada y su figura no tendrá vigencia futura.
Marta Lucía Ramírez salió dentro de dudosas condiciones del Ministerio de Defensa y del partido de la U. Pasó de pastranista a uribista sin solución de continuidad y ahora, como en feria, pretende hacerse conservadora. La política exige coherencia. Los partidos no pueden convertirse en pasarelas para candidatos de moda, ellos han de haberse forjado en sus filas y representar una ideología.
A Holguín se le debe la gesta de la consolidación del partido. Su lealtad a Uribe y al partido son admirables, pero ha desaparecido del escenario.
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