Por Carlos Andrés Pérez
El Colombiano, Medellín
Agoto 29 de 2009
En Colombia no vamos a poder saber nunca para qué sirve un ex presidente. En la gran mayoría de los casos, los ex mandatarios conservan una nostalgia por el poder que les impide alejarse de la política activa y entender que quienes gobiernan ahora son otros, con recetas diferentes a las suyas y con resultados buenos o malos, pero legitimados por los colombianos que salimos a votar cada cuatro años.
Ernesto Samper decía que lo mejor de haber sido elegido presidente es saber que se tendrá el título de ex, porque al terminar el mandato se ingresa a un club muy selecto al que pocos pertenecen.
Es cierto lo del club. Pero también es verdad que al no querer alejarse del poder y pretender conservar su influencia y dar directrices a diestro y siniestro como si tuvieran aún la banda presidencial en el pecho; los lleva a enfrentarse entre ellos mismos, con la acostumbrada resonancia que eso genera en los medios de comunicación. Es decir, los colombianos nos enteramos al detalle de las peleas que generan y aunque creo que nunca fue tan acertado eso de que ponen "a pensar al país" como decían de Alfonso López Michelsen, en estos casos sí generan un ruido que desgasta aún más la credibilidad en la política y en quienes la representan.
El último round lo protagonizaron César Gaviria y Ernesto Samper en un cruce de acusaciones inicialmente de manera verbal, trasladado luego a escritos que empezaron muy respetuosos con el encabezado de "Señor Presidente", pero terminaron llenos de insinuaciones muy graves sobre las actuaciones u omisiones de estos dirigentes.
Gaviria sugirió vínculos de Samper con los mafiosos de Cali y Samper le respondió con la alianza del ex secretario de la OEA y los infaustos Pepes para terminar con Pablo Escobar. Así lo disfracen con palabras suaves, eso fue lo que quisieron decir.
Como siempre ocurre, estos desencuentros no pasan de ser un par de comunicaciones cruzadas que no levantan mayores ampollas en ellos y seguramente cuando se encuentren por azar en algún evento público veremos sus fotografías sonrientes, mientras pusieron al país no a pensar, sino a polarizarse en torno a sus rencillas.
Si algún símbolo de unidad debe tener nuestra nación, son los ex presidentes. Representaron a Colombia entera durante sus mandatos y ahora, aunque no les guste a ellos, su vida pública debe estar más centrada en los consejos y en las recomendaciones prudentes, que en ir por la vida añorando el poder y buscando figuración a costa de peleas.
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