sábado, 29 de agosto de 2009

El venezolano que sí necesitamos...

Por Francisco Pardo Téllez

El Tiempo, Bogotá

Agosto 29 de 2009

En un mundo cada día más globalizado, donde los valores éticos y morales son cada vez más débiles y volubles, donde los ideales cambian fácilmente por la conveniencia y el oportunismo, donde la constancia y la fortaleza se dejan vencer ante la primera dificultad, es necesario que alguien establezca una línea férrea, una guía o mejor una dictadura, donde se restablezcan los ideales y valores perdidos, donde se valoren y respeten las diferencias, donde se propenda por la equidad, donde prevalezca el bien común sobre el bien particular.


Ese dictador que sí necesitamos es venezolano; su voz y sus mensajes están ya arraigados entre nuestra cultura y quizás en toda la hispanoamericana, su presencia hoy desde la distancia y su tiempo aún prevalecen y es necesario rescatarla ya, no para dejarla y usarla en su contexto, que fue muy diferente, para ponerla en el de este siglo XXI que ya comenzamos.


Su voz calmada y respetuosa, bien distinta a la de los largos monólogos y altisonantes guasábaras, cargadas de desafíos y amenazas que hoy escuchamos desde Caracas, marcaron con sus reglas la formación de nuestros abuelos, están condensadas en un pequeño libro, un verdadero 'bolsilibro', de tapa verde rústica y papel amarilloso, con más sabiduría que el libro azul venezolano que se volvió "rojito".


Sobrino de Simón Narciso de Jesús Rodríguez, el recordado tutor y mentor de Bolívar, Don Manuel Antonio Carreño (Caracas 1812 - París 1874) es el músico, el pedagogo y el diplomático venezolano que hoy necesitamos, para que se revisen, actualicen y se impongan nuevamente las reglas contenidas en su 'Manual de urbanidad y buenas maneras, para uso de la juventud de ambos sexos', que en entregas publicó en 1853.


El dantesco espectáculo de ver en televisión, en directo, en la plenaria a un senador de la República comiendo papas fritas, tomando gaseosa a pico de botella y hablando por celular con la boca llena, mientras otro de sus colegas trata de exponer sus ideas, hace justa cualquier intervención foránea, máxime cuando remata con una tarjeta y la uña la limpieza dental, sin dejar de hablar y masticar.


"Si hay techo, me destecho", nos recordaba mi abuelo sobre el uso del sombrero y sus reglas para saludar a los mayores; reglas de Carreño que si son olvidadas por algunos padres de la Patria, se entiende no las conocen las juveniles hordas de encapuchados y "encachuchados" que permanecen cubiertos en iglesias, aulas, oficinas, etc. Sin que nadie les diga algo, por temor a su violenta reacción.


Castizas expresiones sobre la condición o la preferencia sexual son hoy usadas por muchachos y muchachas sin ningún reparo en cualquier lugar, reforzadas de gestos y muecas, a veces creo que sin entender el verdadero significado; niñas que todavía añoran el sabor del tetero ahora fuman desaforadas mientras caminan insinuantes rumbo a los centros comerciales o al colegio; ya nadie se para a saludar, y menos para ceder su lugar en un bus, en una sala o en cualquier lugar a una persona mayor o impedida...


Y en un país donde el "voltiarepismo" es permitido por la Ley, para acomodar no las ideas políticas pero sí las oportunidades y beneficios personales, donde la traición y el asesinato son justificables por la recompensa; donde los caprichos y la petulancia de los egos va más allá de los ideales que se juró defender, donde la mentira y la acomodación de medias verdades y de falsos porcentajes hacen sacar pecho a los funcionarios, únicamente ante la presencia de los medios de comunicación, donde es necesario un policía en cada esquina, y a veces más, para que se cumplan las elementales normas de convivencia ciudadana, entonces sí se justifica una "invasión venezolana", no por chafarotes colorados... por Carreño.

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