viernes, 28 de agosto de 2009

La quinta columna

Por Libardo Botero C.*

Agosto 27 de 2009

Se atribuye al general franquista Emilio Mola, cuando al mando de cuatro columnas amenazaba en 1936 a Madrid durante la guerra civil española, haber acuñado en una alocución radial la famosa expresión de una “quinta columna” para referirse a las fuerzas que dentro del frente enemigo conspiraban a su favor socavado la resistencia republicana. De allí en adelante se convirtió en sinónimo de sectores de la población de un país que le juegan deslealmente durante un conflicto con un enemigo externo.

Confieso que la expresión fluyó en mi mente de repente, sin pensarlo dos veces, al conocer las actitudes y declaraciones de una serie de personajes de la vida nacional en relación con el agudo conflicto que enfrenta ahora a Colombia con Venezuela. Quien las examine con cuidado, y tenga una pizca de patriotismo y conocimiento de los hechos, no podrá menos de concluir que, efectivamente, el paracaidista-presidente de Venezuela cuenta en nuestro suelo con un grupillo, reducido pero dañino, de quintacolumnistas.

Parece que el ex presidente Ernesto Samper se ha especializado en esta ingrata labor. Hace unos meses, viajó motu propio a Quito donde se reunió con el presidente Rafael Correa, en pleno primer aniversario de la Operación Fénix, gracias a la cual fue dado de baja el segundo de las Farc, alias “Raúl Reyes”. Las declaraciones de Samper al salir de la reunión fueron de una perfidia memorable: opinó que la Operación Fénix fue un acto “bochornoso” del gobierno colombiano, de la misma manera que descalificó las declaraciones del entonces Ministro de Defensa Juan Manuel Santos en el sentido de que ese ataque se realizó como un acto de legítima defensa de Colombia. Y para rematar dio su fórmula para recomponer las relaciones colombo-ecuatorianas (pues siempre estas misiones están enmascaradas en melifluas expresiones de amistad y búsqueda de convivencia con los vecinos, ni más faltaba): "Pronto podremos asistir a un restablecimiento de relaciones, obviamente respetando los puntos que ha señalado el presidente Correa…”. He ahí la quintaesencia de los quintacolumnistas: disfrazados de adalides de nuestros intereses, están, en últimas, apadrinando las posturas de la contraparte.

Nada diferente de lo sucedido ahora con Chávez en la reciente visita a Caracas del señor Samper. “El Gobierno Norteamericano debe entender que lo que más le conviene no es imponer una base, que resulte como impuesta en la región desde Colombia, sino que sea el fruto de un acuerdo concertado con todos los países del área, esa sería una solución ideal y una salida ganadora para todos”, pontificó ante la prensa. Es decir, que abdiquemos de nuestro derecho soberano de firmar un acuerdo militar con Estados Unidos, para “concertarlo” con los vecinos, para que no aparezca como “impuesta en la región desde Colombia”. Uno podría pensar que es ingenuidad, sabiendo que es ilusoria una “concertación” con países que mantienen una oposición visceral a Estados Unidos, pero no es ingenuidad: son las astucias de quienes le hacen el juego a los contradictores para sabotear nuestra política exterior.

La inversión de los hechos es una constante de estas posturas. Aquí no estamos ante una actitud agresiva y expansionista del gobierno “bolivariano”, no. Por el contrario, quien se siente “maltratado” por Colombia es el señor Chávez, según reveló Samper, dizque porque Colombia no le consultó previamente el convenio militar con EE.UU. No le falta razón, en opinión del ex mandatario, entre otras cosas, porque a Colombia le “ha faltado claridad” en cuanto al “tipo de operaciones que van a realizar” las tropas norteamericanas en nuestro territorio. Y para sembrar la misma cizaña que alimenta el belicoso vecino no dudó en expresar: “Una lucha contra el terrorismo en América Latina puede ser un concepto demasiado amplio y ahí es donde muchos países están pensando que estas bases podrían ser utilizadas para espionaje”. Vaya, vaya. Ahora resulta que el coronel tiene razón: las bases son para espiar a los vecinos y realizar quién sabe que tipo de operaciones…

Tan satisfecho quedó Chávez, que al final de la reunión en tono eufórico se explayó en elogios a Samper. En el olvido quedó la petición formal del presidente de Colombia en 1995 (el mismo Ernesto Samper) al de Venezuela de aquel entonces, a raíz del ataque del ELN a Cararabo y sustentada seguramente en fuertes indicios, para que investigara si el fugitivo coronel golpista Hugo Chávez estaba vinculado con el tráfico de armas oficiales del hermano país hacia los insurgentes colombianos. “Es un buen amigo”, dijo el coronel ahora. “Es una de esas voces de Colombia que Venezuela debe oír”, agregó. Para rematar con esta provocadora insinuación: "Los yanquis le hicieron la guerra, le sembraron droga en el avión presidencial (...) porque no entregó la soberanía de Colombia, cosa que lamentablemente ha hecho Uribe". Eso sí fue el colmo: que Samper aceptara satisfecho esta novedosa absolución del proceso 8.000, con retoques anti-imperialistas, y precisamente de boca de un sedicente golpista, al tiempo que se tragaba sin chistar la afrenta humillante de que nuestro Presidente fuera acusado de “entregar la soberanía de Colombia”.

Por boca del señor Samper se supo también que el coronel quería expandir la labor de zapa, conversando con otros dirigentes colombianos, entre los que mencionó a Maria Emma Mejía y los gobernadores de los departamentos fronterizos. La primera se negó con justa razón. Pero el señor Horacio Serpa, gobernador de Santander, aceptó la invitación, así no la haya concretado. En una desafortunada columna de prensa, por esos días, resumió su pensamiento. Como siempre, por delante iban el respeto al fuero presidencial en el manejo de las relaciones exteriores, claro está, y el único interés de dialogar para ayudar a sus coterráneos, perjudicados por las trabas a las exportaciones. Pero lo que seguía era de una perversidad incalculable.

Las vicisitudes con el gobierno venezolano se explican, según Serpa, por “la falta de una política exterior colombiana”, ante lo cual “de poco sirven las giras del Presidente Uribe”. Por ningún lado advierte sobre los problemas de narcotráfico, ni terrorismo, ni complicidad de los vecinos con la guerrilla, ni ánimo agresivo y expansionista. Todo lo contrario. Para el ex candidato presidencial la responsabilidad recae en Colombia. “Hoy parece realidad lo que de tiempo atrás se presagiaba: Colombia se convirtió en un vecino problemático, que amenaza la integración latinoamericana y la paz regional; un país que exporta sus problemas domésticos y convierte a sus principales aliados en enconados enemigos.” ¡Increíble pero cierto: nosotros somos el “vecino problemático” que amenaza la integración y “la paz regional”, que “exporta sus problemas domésticos”!


En un tono que suena a panfleto revolucionario, digno de las FARC, el gobernador vocifera así: “…en los últimos años, la única política exterior es la alianza total con Estados Unidos. Primero con Bush, en su cruzada antiterrorista, que convirtió a nuestro país en su socio predilecto, para el que siempre estaban las puertas abiertas y listo el tapete rojo. Y ahora con Obama…”. Podría uno presumir que al hablar de la época de Obama, iría a matizar su discurso, pero en lugar de ello, lo endurece: “Si antes solo se trataba de unos contratistas que actuaban en algunas de nuestras bases, ahora un tratado permitirá que miles actúen en las tres cordilleras y los dos océanos. La paradoja es que con Obama es entrega total y un mensaje de provocación…”. Patético, pero cierto: al mejor estilo del delirante mandatario venezolano, para Serpa el gobierno de Uribe ha sido, primero peón de Bush en su cruzada antiterrorista, y ahora con Obama dedicado a la “entrega total” y con un “mensaje de provocación”.

La romería no paró ahí. No podía faltar Piedad Córdoba, dilecta amiga y confidente del coronel, siempre acuciosa para “intermediar” con éste y con las Farc. Ni el tropel de líderes del Polo Democrático Alternativo, con su novel presidente Jaime Dussán a la cabeza. Para no despacharlos con las manos vacías y dar a entender que sus gestiones eran eficaces, Chávez anunció allí mismo que había dado la orden a su embajador de que regresara a Bogotá. El mensaje subliminal era sencillo: él podía entenderse con sus “amigos” fácilmente, mientras que con Uribe era imposible. Ya lo había manifestado con descaro ante Samper: todos estos problemas se hubieran evitado si Samper hubiera sido hoy su “colega” como presidente de Colombia, y no Uribe.

Que es, en verdad, el sueño dorado del autócrata: enganchar a Colombia en el rosario de sátelites que lo orbitan, contando acá con un gobierno “amigo”. Estrategia que empezó a materializar a los pocos días. Primero fue un mensaje pagado, de página entera, en El Tiempo, algo inédito en las relaciones entre nuestros países, llamando a la “integración” de las dos naciones bajo las enseñas “bolivarianas” del “socialismo del siglo XXI”. Y luego, la orden perentoria, en su tedioso programa “Aló Presidente”, de adelantar gestiones en Colombia para poner en marcha su plan expansionista. “Hay que hacer un buen plan, plan político, poderoso movimiento nacional bolivariano, con lineamientos estratégicos y utilizar a nuestros aliados allá, en Colombia. Nuestros amigos en Colombia, que son muchos, y se quejan a veces de que nosotros no hacemos el esfuerzo…”, tronó ante los micrófonos. Ordenó a un subalterno presente para que procediera a comunicarse con los militares colombianos, diligencia intervencionista como ninguna otra, como él mismo reconocía al indicar que “aún cuando no están autorizados directamente, es importante hacer llegar mensajes a estos militares de Colombia: no somos enemigos, no se dejen utilizar en contra de nosotros, no caigan en la trampa, no se dejen utilizar.” Pero fue más allá, al solicitar que los contactos cubrieran un amplio espectro: “A los partidos políticos como el Polo Democrático Alternativo, partido homólogo al nuestro, a los campesinos, juventud, movimientos indígenas y pueblo…”. La orden fue clara: “…haga todo lo necesario para que los mensajes y planteamientos sean conocidos por el pueblo colombiano…” “…La burguesía colombiana tiene miedo de que la voz de Chávez sea oída por el pueblo de Colombia, por eso hay que hacer todo lo que haya que hacer…” Y el propósito, uno solo: “…Pueblo colombiano, no caigas en la trampa, únete a nosotros para hacer la patria grande de Bolívar, la Gran Colombia…”.

Los delirios imperiales del coronel impactaron hondamente al país, que reaccionó indignado, con el gobierno a la cabeza, rechazando el monstruoso plan expansionista. Ante la OEA y en otros ámbitos retumbó el eco de la ira nacional. Los quintacolumnistas, desenmascarados, corrieron a buscar refugio en desgastadas triquiñuelas.

Carlos Gaviria quiso tomar distancia de Chávez, al hablar de un “respeto crítico” con su modelo. La discrepancia, al parecer, reside en que no comparte la reelección presidencial –más que todo la de acá-, que allá ya es un hecho. Descontado eso “he expresado con claridad en varias ocasiones mi respeto al proyecto del Presidente Chávez para su país y mis deseos de que pueda lograr las metas sociales que se ha propuesto, dentro del orden constitucional.” Aboga por relaciones de igualdad entre los partidos que compartan “ideologías y proyectos”, y que se fomenten “relaciones respetuosas de colaboración entre Partidos políticos de la región con fundamentos y metas comunes” pero considera “indebido que esto trate de hacerse unilateralmente” como “las recientes declaraciones del Presidente Chávez en el sentido de vincular a nuestro Partido con su proyecto regional, sin el respeto debido a la autonomía del POLO, sin que hayamos dado la discusión ni llegado a los acuerdos previos esenciales, y mediante estrategias y mecanismos más cercanos a la intromisión y a la conveniencia coyuntural que a un proyecto común y consensuado.” Comparte el modelo, salvo minucias, y ve viable coordinar proyectos con sus pares regionales de similares “ideologías y proyectos”; solamente pide que al Polo se le tenga en cuenta a la hora de definir “un proyecto común y consensuado”.

Para rematar, Gaviria asevera que es “justificado el temor de los vecinos” por el acuerdo militar con los EE.UU., que “hace parte de una estrategia geopolítica mayor por parte de los Estado Unidos, con plena anuencia del gobierno colombiano”. Advierte que no comparte a veces las reacciones y expresiones “en ocasiones temperamentales” de Chávez, pero “comparto plenamente la preocupación de Venezuela” y otros países por el convenio. De nuevo la identidad sustancial en su rechazo al acuerdo militar, a la par que la deformación conocida: que no es para combatir el narcotráfico y el terrorismo en Colombia, sino parte de un plan “geoestratégico” macabro para no se sabe qué. O talvez sí: dizque para controlar el petróleo venezolano, como pontificó Chávez ante cámaras en la visita de Samper. Tiene que tener uno taras ideológicas muy arraigadas para pensar que EE.UU. está planeando una guerra contra Venezuela, por un petróleo que ésta tranquila y cumplidamente le viene vendiendo, sin el menor contratiempo, pese a la prédica incendiaria del coronel y sus esbirros. ¿Quién le disputa a EE.UU. el petróleo venezolano? Inclusive, como se sabe, por ser en su mayoría crudo pesado con alto contenido de azufre, solo puede ser procesado en refinerías norteamericanas. No hay manera de venderlo a nadie más. ¿Y si el “imperio” está preparando una invasión militar a Venezuela, para apoderarse de su petróleo, por qué su gobierno no apela a la ONU y lleva el contencioso? Esa superchería para tratar de chantajear a Colombia y presionarla para que no firme el acuerdo con EE.UU. solo puede tener cabida entre quienes, por su ceguera doctrinaria o no se sabe por cuáles otros motivos, tienen perfilada el alma de quintacolumnistas.

Jaime Dussán fue más contundente en la apreciación. Ante la pregunta de un diario caleño de si el llamamiento de Chávez al Polo para que le ayudara a implantar la “revolución bolivariana” en Colombia, lo afectaba, respondió: “Creo que afecta mucho más la presencia de las bases militares en Colombia, porque eso sí es expansionismo. Lo de Chávez son palabras lanzadas al viento a través de su programa, orientando a su país y haciendo llamados internacionales sin tiros. Pero con bases militares, sí vienen tiros.” Lo de Chávez son “palabras al viento”, “sin tiros”; pero la presencia militar norteamericana en Colombia “eso sí es expansionismo”, con ella “si vienen tiros”. Coronel Chávez: está usted servido.


Hay quintacolumnistas de distinta especie. Desde hace buen tiempo se habla de petrodólares jugando taimadamente en la política colombiana. De ser cierto tendríamos la categoría de quintacolumnistas fletados, peligrosos sin duda, pero que por la insania de su conducta seguramente tienen que guardar mayores miramientos y cautela. Pero los hay de otra calaña, tal vez la más peligrosa: aquellos que alardean de benefactores del país, de mensajeros de buena voluntad ante los vecinos, razón por la cual no tienen reato en pregonar a los cuatro vientos sus venenosas insidias, ni más ni menos las mismas razones de quienes desde fuera quieren imponernos sus delirantes proyectos. Y si quisiéramos ser más precisos, así sea contados en los dedos de la mano, encontramos en el barullo un que otro ingenuo, el clásico “idiota útil”, que, como en el conocido refrán, con sus “buenas intenciones” está empedrando el camino del infierno. Los hay de civil y los hay armados… Cada lector, según su leal saber y entender, sabrá catalogar a unos y otros en esa abigarrada escala.

La suerte de las quintas columnas ha sido variada. Útiles momentáneamente a sus promotores externos para la consecución de sus fines, también prestan un inesperado servicio al país: le ayudan a aclarar el camino, reconocer aún más la justeza de su causa y estrechar los lazos de unidad nacional, con el espejo de esos maestros por ejemplo negativo. Pero ubicados como están en el bando de la traición, o en zonas rayanas con este, la historia les depara a los quintacolumnistas, por encima de su inevitable derrota y el condigno castigo, el triste destino del desprecio infinito de su pueblo.

* Economista y analista político.

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