Agosto 25 de 2009
Los candidatos perfilados quedan cortos al momento de compararlos con el gladiador Uribe.
No sólo hay que contar con Dios. Nacer inteligente, con carácter, astuto y decidido. Porque a eso hay que añadirle el aporte familiar: buena educación y formación y buen ejemplo. También agregarle el libre albedrío: escoger ser un estudiante destacado, casarse bien, adentrarse en la retórica y amasar fortuna. Así y todo, no vale. Porque a todo ello tenemos que sumarle la buena estrella personal, la suerte del ganador. La posibilidad que la vida sólo da a unos pocos: triunfar hasta en la derrota, convertir las debilidades en fortalezas, los yerros en aciertos, el trabajo en instrumento de combate, el discurso en demoledora herramienta.
Toda esa sumatoria nos resulta en el nombre de Álvaro Uribe Vélez. Hace ocho años tenía unos pocos seguidores. Con inteligencia y el aporte de las Farc remontó en las encuestas y terminó destrozando a sus contendientes. Hace cuatro años ganó “sentado” con las fortalezas de su primer cuatrenio y los continuos desaciertos de la guerrilla. Al punto, que ni siquiera el tétrico destape paramilitar le hizo mella. Ahora, con las Farc por lo menos arrinconadas, con un pueblo que ya no considera a la subversión como principal problema -es, por lo pronto, el desempleo- le aparece como punto de apoyo el amague de conflicto internacional, para lo cual los colombianos lo reconocen como principal protagonista, casi único capaz de contener la peligrosa verborrea de Chávez, la manifiesta inquina de Correa, la ladina actuación de Ortega y la desconfianza manifiesta del continente con los acuerdos militares negociados con Estados Unidos.
Colombia se volvió derechista como respuesta a Tirofijo y compañía. Ahora, cuando discutimos internacionalmente lo de las “bases norteamericanas” en suelo patrio, el pueblo las respalda y se reencuentra con el presidente Uribe, adalid de la derecha latinoamericana. Hubiera sido imposible la acción bilateral si los colombianos no tuviéramos en el orden del escudo nacional la coraza que sirve hasta para acotar la libertad. Qué más suerte quisiera alguien tener.
Algo más para redondear el hado. Los candidatos perfilados quedan cortos al momento de compararlos con el gladiador Uribe. Santos produce mortificación en los vecinos presidentes. No lo aprecian, lo tratan como a un enemigo. De Fajardo ni siquiera conocemos la capacidad combatiente. Vargas Lleras pudiera resultar demasiado fajador en una pelea donde resistir todos los asaltos es vital. Noemí todavía no aterriza y se desconoce su destino final. Cualquier candidato del Polo tendrá activa y pasiva oposición de nuestra singular derecha, que por no conservadora le quita posibilidades a una candidatura “azul”. Por eso el referendo tiene suficientes mayorías en el pueblo. Con la reelección aprobada -si los honorables Representantes no se marean en esta semana- Uribe quedaría solo en la plaza. Pareciera que el único capaz de enfrentarlo con decoro sería el ex presidente Gaviria, muy remozado con los últimos acontecimientos políticos. El lector podrá elucubrar sobre quién ganaría. Porque, por ahora, los demás aspirantes, todos personas relevantes, son todavía pesos livianos para la opinión pública nacional.
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