Editorial
El Mundo, Medellín
Agosto 29 de 2009
Seguimos esperando una posición clara del gobierno Obama, pues no es justo que sea Colombia la que le ponga el pecho a la brisa.
A pesar de que seguimos pensando que Colombia no tiene por qué dar explicaciones ni pedir avales de ningún gobierno ni de ningún foro internacional para sus acuerdos o tratados bilaterales, con mayor razón si se trata de asuntos de índole militar, tenemos que reconocer que el presidente Uribe y el canciller Bermúdez salieron bien librados de la encerrona que les pretendieron tender los tres mosqueteros de Sudamérica y la anfitriona de la cumbre extraordinaria de la Unión de Naciones de Sudamérica, en Bariloche. Por más que se haya dicho que no se trataba de sentar al presidente de Colombia en el banquillo de los acusados, todos los movimientos y declaraciones de los malquerientes, que antecedieron la reunión, como su actitud en algunos pasajes de la misma, dieron esa clara impresión, y si no lograron su objetivo fue porque el mandatario colombiano se batió, como sabe hacerlo, con argumentos y con la firmeza y el respeto necesarios, para salir airoso del crispado escenario.
Como lo manifestamos el pasado miércoles, nos preocupaba la anunciada manifestación de protesta de las organizaciones del llamado Foro de Sao Paulo contra las supuestas “bases yanquis en Colombia”, promovida y auspiciada por el Partido Socialista Unido de Venezuela, y por eso la consideramos una razón de más para sugerir al gobierno colombiano que se abstuviera de asistir en vista de que el gobierno anfitrión no estaba ofreciendo garantías para que la presencia del doctor Uribe fuera respetada como corresponde a su investidura de Jefe de Estado. Aparte de algunos mítines callejeros de activistas del Partido Comunista Revolucionario y del Partido Obrero Argentino por las calles de Bariloche, que registró la prensa, no hubo la “gran marcha” ni la “gran manifestación” frente al hotel Llao Llao, sede de la cumbre, porque desde la víspera, como describe un corresponsal, se dio una “abrumadora y casi asfixiante presencia de las fuerzas de seguridad”, tanto en el aeropuerto como en la vía de 30 kilómetros que separa al hotel del centro de la ciudad. Es justo, entonces, hacer un reconocimiento al gobierno de la señora Cristina Fernández por haber logrado neutralizar el intento de sabotaje de los extremistas.
Se había dicho que la cumbre tendría una agenda abierta sobre temas como el avance del narcotráfico y el incremento inusitado del consumo de drogas en la región; el tráfico de armas que va a parar a grupos terroristas; la carrera armamentista y los acuerdos militares dentro y con países fuera de la región, entre otros, pero las casi siete horas de discursos – más que deliberaciones- ante las cámaras de televisión del mundo, se dedicaron a las dichosas bases, que para Chávez, Correa y Morales debían ser rechazadas tajantemente por Unasur, en cuya declaración final debía quedar claramente establecida la prohibición de cualquier presencia militar extranjera en territorio sudamericano. Como la “prueba reina” de que esas bases están destinadas a atacar su revolución y a desestabilizar los “gobiernos progresistas” de Sudamérica, el coronel Chávez presentó un documento “secreto” titulado “Global Enroute Strategy”, elaborado por el Comando Aéreo para la Movilidad, AMC, de la Fuerza Aérea de EEUU, en cuyas páginas 21 y 22 se plantea la “Estrategia para Sur América” y se menciona la base de Palanquero, de la Fuerza Aérea de Colombia, como “un punto en el continente, en América del Sur, que puede usarse tanto para operaciones antinarcóticos, como punto para ejecutar operaciones de movilidad”. Al final quedó claro que el documento ni es secreto, pues se puede bajar de Internet, ni describe la “estrategia de dominio global de Estados Unidos”, ni “es un descubrimiento” del presidente Chávez.
A propósito de la paranoia del coronel Chávez y su ánimo de convertir las cumbres en escenario de sus peroratas contra el Imperio, al que volvió a acusar de sembrar bases militares en Colombia para, desde aquí, apoderarse del petróleo venezolano, el presidente Alan García – por cierto el único realmente solidario con Colombia y su gobierno en esta coyuntura – soltó un apunte irónico que produjo una carcajada general, en el sentido de que no entendía la preocupación de Chávez por el supuesto interés del Imperio en apoderarse de su petróleo, cuando ya la mayor parte de su producción se la estaba vendiendo a Estados Unidos a cambio de unos cuantos dólares. Una de las conclusiones a que llegamos después de seguir el desarrollo de la pesada y larga cumbre es que se perciben síntomas de fatiga entre los Presidentes más serios de Sudamérica, empezando por el propio Lula Da Silva, con las retahílas de amenazas y de insultos de los señores Chávez y Correa, y así lo hicieron sentir en distintos momentos de la reunión.
En sus dos intervenciones de fondo, pero sobre todo en la segunda, el presidente Uribe fue rebatiendo uno a uno los argumentos de sus contradictores y, sin ceder en su tesis de que el acuerdo de cooperación militar con EEUU no es negociable ni estaba para el aval de Unasur, defendió la colaboración de los gringos como “enmarcada en los acuerdos multilaterales de Naciones Unidas, de la Organización de Estados Americanos”, y como una cooperación que ha sido “práctica y eficaz” en la lucha contra los flagelos del narcotráfico y el terrorismo. Como decimos antes, Colombia salió bien librada de este capítulo incómodo y bastante desagradable, y aunque mantenemos una reserva de argumentos y posibilidades de defensa para futuras batallas, todavía estamos esperando una posición clara y definitiva del gobierno Obama sobre esta materia, en la que no es justo que sea Colombia la que le ponga el pecho a la brisa.
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