Editorial
El Universal, Cartagena
Agosto 31 de 2009
Siguieron luego frecuentes ofensivas verbales del presidente Rafael Correa, acusando al gobierno de Estados Unidos de inmiscuirse en asuntos internos ecuatorianos, la expulsión de dos funcionarios de la embajada de ese país, y los reproches duros a Colombia por el acuerdo para el uso, por parte de tropas estadounidenses, de siete bases militares en nuestro territorio, precisamente para continuar aquí buena parte de las operaciones que se hacían en Manta.
Lo más preocupante de la retórica de Correa ha sido la descalificación de la lucha colombiana contra los grupos ilegales y la negativa, en cierta forma, a colaborar en el combate contra sus integrantes, cuyas acciones desbordan las fronteras. En este punto, ha sido un multiplicador de las diatribas que lanza el presidente venezolano Hugo Chávez.
Después de este desborde de oratoria antigringa, lo que menos se esperaría es que los ministros de Relaciones Exteriores, de Seguridad y de Gobierno de Ecuador firmaran convenios con Estados Unidos para el control de la producción y el tráfico de drogas, y para poner en marcha unidades de investigaciones de contrabando y tráfico ilícito.
Pero lo hicieron, afortunadamente, reconociendo con ello que la lucha contra los delitos transnacionales no es responsabilidad de un solo país, de manera que cuando el canciller ecuatoriano Fander Falconí resaltó el “fortalecimiento de una relación bilateral y la proyección de un acompañamiento de coordinación conjunta para combatir delitos trasnacionales”, lo que hizo fue justificar lo que tanto le reprocha a Colombia.
Ayer, Chávez amenazó con una inminente ruptura de las relaciones entre Venezuela y Colombia, y manifestó que “las siete bases son una declaración de guerra contra la revolución bolivariana”.
Será interesante observar el grado de vehemencia que tendrá el apoyo del presidente ecuatoriano a ese anuncio y a esa invectiva de su colega venezolano contra Colombia y Estados Unidos, luego de que su gobierno ha firmado el acuerdo con este último país.
Todo parece indicar que el presidente Chávez comienza a experimentar problemas internos y la estrategia más eficaz contra ellos es distraer la atención con palabras incendiarias contra Colombia, Estados Unidos y todo el que se le cruce.
Ante esto, la mejor postura fue la adoptada por el Canciller colombiano, de firmeza y prudencia, sin caer en la trampa del debate que armó el mandatario venezolano, pues el acuerdo firmado por Ecuador demuestra que no siempre una explosión de insultos significa una posterior acción grave.
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