Por Felipe Salazar*
Agosto 22 de 2009
El autor depuso las armas después de haber sido un cuadro político de alto nivel de la guerrilla. En este artículo, él explica cómo el FARC, duramente afectadas en el plano militar, intervienen cada vez más en el campo político.
Los golpes devastadores sufridos por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en virtud de la política de Seguridad Democrática del presidente Álvaro Uribe, no han logrado aún exterminar a esta organización. La guerrilla ha perdido a varios de sus líderes más importantes y la flexibilidad en el terreno se ha reducido por la captura de prisioneros, las pérdidas en los combates y la desmovilización masiva. Para compensar sus debilidades, ha desplazado sus esfuerzos hacia la guerra política, jurídica, diplomática y en los medios de comunicación.
El plan desarrollado por “Alfonso Cano”, comandante en jefe desde la muerte de “Manuel Marulanda”, preve particularmente la infiltración de las grandes instituciones del Estado, de la empresa privada y de los órganos de prensa. Para llevar a cabo esta estrategia, las FARC crearon el Partido Comunista Clandestino de Colombia (PC3), que recluta entre trabajadores de alto nivel profesional. También fundaron el Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, que procura movilizar las masas según el modelo continental lanzado por Hugo Chávez.
Estas organizaciones clandestinas tuvieron un cierto éxito a causa de la debilidad del Estado colombiano, que no dispone de medios necesarios para impedir la infiltración y la corrupción rastrera en las instituciones más alejadas de la capital. Pudimos verlo, por ejemplo, en dos estructuras creadas por el gobierno, Familias Guardabosques y Familias en Acción, para estimular la sustitución de la coca por cultivos legales. Las FARC infiltraron las direcciones regionales de estas dos organizaciones y obligaron a los beneficiarios a entregarles el 50% de la subvención mensual (cerca de 40 euros por familia), lo que termina siendo una suma importante ya que, en una sola región, había más de 2.000 familias.
Las FARC decidieron, por otro lado, apoyar un grupo de ciudadanos "ilustres" y de intelectuales, que se han dado a la misión de defender la tesis según la cual sólo una negociación política podrá poner fin al conflicto colombiano. Esta estrategia acabó en la creación de "Colombianos por la Paz", organización dirigida por una opositora implacable del gobierno, la senadora Piedad Córdoba, que mantiene relaciones amistosas con el presidente Chávez y es objeto de una investigación para sus lazos con FARC. En la escena internacional, la senadora se presenta como portavoz de los acuerdos humanitarios y de la conciliación.
El objetivo del FARC consiste en utilizar "Colombianos por la Paz" y otros movimientos similares para crear una plataforma política a favor de la formación de un "nuevo gobierno democrático", que tendría como misión suscitar condiciones favorables para la negociación gracias al apoyo de Hugo Chávez. La maniobra también serviría para obtener la anulación del acuerdo de cooperación militar recientemente negociado entre Colombia y los Estados Unidos.
La guerra jurídica está en marcha, como lo confirman numerosos asuntos en curso. La infiltración del FARC en el aparato judicial causa estragos, con las denuncias falsas, la compra de testigos y los montajes de toda índole realizados por asociaciones civiles. He aquí pues los nuevos teatros de confrontación con el Estado, que no ha conseguido hasta ahora dar una respuesta eficaz en este terreno, a diferencia de los éxitos conseguidos sobre las FARC en el plano militar, en selvas y montañas.
Esta otra guerra adelantada por el grupo terrorista ha tomado proporciones inesperadas e implica a nuevos actores. La complicidad y los apoyos de Venezuela y del Ecuador compensan los fracasos militares de las FARC, les aportan oxígeno en el plano político y le dan una dimensión internacional al conflicto colombiano.
Si la guerrilla continúa siendo tratada únicamente como un problema militar, no habrá victoria posible y se corre el peligro, en cambio, de encontrar muy rápido algunas sorpresas en el mismo terreno jurídico, político y diplomático. Las elecciones de 2010 serán decisivas para la política del presidente Uribe, que deberá probar su capacidad de neutralizar la nueva estrategia del FARC, mucho más compleja y peligrosa que la anterior.
* Documento publicado en “Colombian News”, que dirige Eduardo Mackenzie, el 23 de agosto de 2009 en París. Traducción del Blog Debate Nacional.
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