martes, 15 de septiembre de 2009

Armamentismo en Suramérica

Editorial

El País, Cali

Septiembre 14 de 2009

Luego de su gira por Libia, Siria, Argelia, Irán, Turkmenistán, Bielorrusia, Rusia y España, el Presidente de Venezuela llegó alardeando por la adquisición de misiles de mediano alcance que serán instalados en su territorio.


Pero esta es apenas una más de una serie de compras que contempla tanques, helicópteros, submarinos y vehículos blindados, producto de un acuerdo militar que se firmaría entre Venezuela y Rusia. El Premier ruso lo resumió así: “Si los amigos quieren tanques, tanques tendrán”.


Aunque Chávez se adelantó a advertir que se trata de adquisiciones defensivas, los analistas no dudan en aseverar que el nivel de armamentismo venezolano es “preocupante” y puede dar inicio a una carrera de ese tipo en el subcontinente. Adicionalmente, anotan que el hecho de que toda esta cooperación militar con Rusia se enfoque desde una perspectiva antiestadounidense conlleva a que las visiones políticas radicales puedan incidir, en cualquier momento, sobre el uso que se le daría al mortífero arsenal.


Y parece que lo de la carrera armamentista va bien en serio. Al mismo tiempo que el Presidente venezolano desarrollaba sus acuerdos de cooperación militar con Rusia, Brasil suscribía un acuerdo de “modernización y abastecimiento de las Fuerzas Armadas” con Francia, considerado como “el más importante pacto de defensa de la historia reciente”. Con un valor de US$14.000 millones, hace palidecer los esfuerzos bélicos de los venezolanos y deja en la inopia al Plan Colombia, establecido entre nuestro país y Estados Unidos para combatir al narcotráfico y al terrorismo.


Brasil adquirió 36 cazabombarderos, 50 helicópteros y 5 submarinos, uno de ellos con potencia nuclear. Dado el nivel de desarrollo de la industria militar brasileña, el acuerdo contempla una importante transferencia de tecnología, que le permitirá al gigante suramericano diseñar y operar submarinos nucleares.

Aunque los brasileños explican este tipo de convenios como un compromiso surgido de la necesidad de proteger sus riquezas naturales en el Atlántico y en la Amazonia, los investigadores del Instituto de Inversiones para la Paz, con sede en Estocolmo, advierten que con ello la región ha aumentado los gastos de defensa en un 50% en los últimos diez años. Y que más que defender ciertas áreas, Brasil se propone ingresar en el club selecto de las grandes potencias respaldadas por una abrumadora potencia de fuego. Con ciertos aires chauvinistas, un vocero del oficialismo brasileño explicó que “Brasil es un país en ascenso, que desea ocupar el papel preponderante que le corresponde en el mundo”.


¿Qué sentido puede tener, en un área agobiada por las necesidades y la pobreza, esta gigantesca inversión en armas y equipos de guerra? ¿No se trata acaso de un retroceso a épocas superadas, antes que una “modernización” bien entendida? ¿Qué será de Suramérica si estos poderosos arsenales se ponen al servicio de políticas ambiciosas y expansionistas? De cualquier manera, nada bueno puede resultar de una carrera armamentista mientras los problemas económicos y la desigualdad siguen siendo los grandes enemigos de la región.



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