lunes, 21 de septiembre de 2009

¿Dónde está la Justicia?

Por Saúl Hernández Bolivar

El Mundo, Medellín

Septiembre 21 de 2009


¿Qué está pasando con la justicia en Colombia que ya la mayoría consideramos que la razón de ser de los jueces y los abogados es proteger a los criminales y no a las víctimas? ¿Por qué abundan en los medios noticias que muestran los excesos repugnantes de garantismo judicial?
Veamos varios casos.

La Juez Yamith Martínez Ruíz concedió la libertad de Alexander López por vencimiento de términos. Una decisión aberrante si se considera que este individuo, en diciembre último, violó, asesinó y descuartizó a la sicóloga Marjorie Kisner, quien le brindaba acompañamiento profesional en su proceso de reinserción a la sociedad, en el marco del programa de Paz y Convivencia de la Alcaldía de Medellín. Por eso es más aberrante aún. Este caso debería considerarse como un crimen en persona protegida o como se consideran los atentados a una misión médica. Pero no, a la juez le pareció que por un tecnicismo jurídico, había que proceder a liberar tan peligroso asesino a cambio de una caución miserable: 150.000 pesos. Es más, si no ganó la calle fue porque este canalla sintió que su vida corría más peligro afuera que adentro, y decidió aceptar los cargos y acogerse a una sentencia que se le dictará pronto. Ya veremos otro caso de laxitud: no estará más de diez años en la cárcel.

No habíamos terminado de digerir el asunto cuando otro juez liberó al futbolista profesional Javier Flórez, quien en julio asesinó a Israel Cantillo, un aficionado que lo criticó por haber perdido la final del campeonato de futbol profesional. Bastó que este asesino —de deportista no tiene nada— se comprometiera a reparar a la familia de la víctima con 150 millones de pesos para quedar en libertad, como si con dinero se pudiera echar atrás algo irreversible como es la muerte de un ser humano. Pareciera que quien tenga dinero puede ir por la vida pagando por sus muertos y seguir a sus anchas como si nada. Esa es la perversa jurisprudencia que se está sentando con fallos como este. Ya el futbolista está en la calle, entrenando con su equipo de fútbol y pronto estará en las canchas a pesar de que el cadáver de su víctima ni siquiera se ha enfriado.

Pero hay más. La juez Luz Irene Hernández, determinó la libertad de Ramiro Valbuena, el correo de las Farc que transportaba pruebas de vida de los militares y policías secuestrados.

Tal parece que el fallo no fue en derecho sino que se trató de una decisión política e ideológica, como si ello fuera potestativo de un juez. Si bien la juez se escudó en el tecnicismo de que Valbuena fue detenido desde el sábado, y no el domingo, como indicaban la Fiscalía y el Ejército, la señora Hernández no solo determinó que Valbuena fue retenido ilegalmente —convirtiéndose en el “secuestrador secuestrado”, como anotó el analista Alfredo Rangel—, sino que se atrevió a precisar que “independientemente de la posición que tenga nuestro presidente Álvaro Uribe Vélez…” el Estado no puede interferir en la entrega de esas noticias ni “obstaculizar esa labor humanitaria”. El correo de las Farc —que obviamente debe ser miembro de las Farc— quedó en libertad.

Otro caso es el del taxista Jorge Sánchez, quien atropelló a una niña de diez años en Bogotá y huyó sin prestarle los primeros auxilios. Es tal la bajeza de este sujeto que se fue a lavar el carro para eliminar cualquier huella de sangre, y luego se fue para el lugar de los hechos dejando el taxi a seis cuadras, con el objetivo de verificar si algún testigo había informado las placas de su vehículo y saber cómo obrar.

Pero el individuo fue descubierto gracias a la experiencia de los investigadores judiciales.

Sin embargo, todo lo mandó al traste un juez al decretar su libertad dizque por acogerse a la figura jurídica de ‘miedo absoluto’. Es decir, a pesar de que ya existe una ley que castiga con cárcel efectiva a los conductores que provoquen muertes, para los jueces el miedo justifica la impunidad. Según las teorías del Derecho Penal y las Ciencias Forenses, el ‘miedo absoluto’ paraliza; pero este señor no se paralizó, todo lo contrario: se escapó, lavó el taxi, regresó a la escena del crimen, aparcó el vehículo lejos de ahí y si no fuera por la pericia de los investigadores no habría ni pistas de los responsables.

El mensaje es muy claro: todos a delinquir, el crimen sí paga; y que los ofendidos se cobren por mano propia: la justicia es para defender a los criminales.

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