miércoles, 2 de septiembre de 2009

El histórico viraje japonés

Editorial

El Mundo, Medellín

Septiembre 2 de 2009

Dada su gran dependencia de la economía estadounidense, el Japón sufrió fuertemente el embate de la crisis.

Con una participación sin antecedentes del 69,34 por ciento, casi dos puntos por encima de las de 2005, y la mayor desde que entró en vigor el actual sistema electoral en 1996, los japoneses le voltearon la espalda al partido que los ha gobernado, casi sin interrupción, desde 1955, el Partido Liberal Demócrata (PLD) y le dieron un contundente voto de confianza a la mayor fuerza de oposición, el Partido Demócrata de Japón (PDJ), en las elecciones generales del pasado domingo, en las cuales se renovó la composición de la Cámara Baja de la Dieta, como se llama allí al parlamento.

Esa corporación estará dominada, con mayoría absoluta, por el PDJ con 308 escaños, de un total de 480 representantes, mientras que el derrotado PLD pasa a ser la principal fuerza de oposición con 119 curules, muy por debajo de las 303 que poseía en la legislatura anterior. Su aliado, el Nuevo Komeito, también acusó el desgaste como miembro de la coalición de Gobierno y perdió 10 de sus 31 escaños. Por tratarse de un sistema parlamentario, ese resultado le da derecho al PDJ a presentar a su líder, Yukio Hatoyama, como candidato único a Primer Ministro, cuya designación será votada a partir del próximo 16 de septiembre, primero en la Cámara Baja y posteriormente en el Senado, que también controla el PDJ desde las elecciones de 2007, gracias a una coalición con dos pequeñas formaciones, el Partido Socialdemócrata y el Nuevo Partido del Pueblo. Finalmente, la elección de Hatoyama deberá ser sancionada por el Jefe de Estado, el emperador Akihito.

El primer gran reto político que tendrá que afrontar el nuevo primer ministro es aprovechar sus mayorías en las dos cámaras y trabajar por conservar las del Senado en las elecciones de julio de 2010. Es decir, que en poco menos de un año tiene que demostrar que son viables sus promesas de campaña, que dada la crisis económica son calificadas por sus críticos de populistas –educación escolar gratuita, becas universitarias, mejora de las pensiones, subsidios a los campesinos y apoyo a los desempleados, entre otras– porque, de lo contrario, muchos de los que ahora lo apoyaron podrían votar de nuevo a favor del PLD, que si recupera las mayorías en el Senado podría bloquear las iniciativas del Gobierno, como de hecho sucedió en los últimos dos años con los gobiernos de los primeros ministros Yasuo Fukuda y Taro Aso, éste último, por cierto, responsable –según lo reconoció valientemente– de la histórica derrota de su partido.

Una derrota que muchos analistas atribuyen a la crisis económica pero que, sin duda, también obedece al desgaste natural de tantos años en el poder y a la incidencia de la burocratización y la corrupción, que se van entronizando como lacras, casi imposibles de erradicar de las estructuras partidistas cuando éstas no tienen al frente una oposición realmente fuerte y que ofrezca al electorado una verdadera alternativa. En una sociedad como la japonesa, culturalmente tan aferrada a sus tradiciones y tan poco permeable a los cambios, la larga hegemonía del PLD es comprensible en la medida en que a éste le correspondió liderar el resurgimiento del país después de la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial, hasta convertirse, gracias a esa legendaria capacidad de trabajo, inventiva y creatividad de los japoneses, en la segunda potencia económica del mundo.

Dada su gran dependencia de la economía estadounidense, el Japón sufrió fuertemente el embate de la crisis, hasta el punto de que, según cifras oficiales, en el primer trimestre del año la economía sufrió una caída del 11,7% anualizado. El gobierno del primer ministro Taro Aso dijo que las medidas de estímulo impuestas para sortear la crisis permitieron salir de la recesión en el segundo trimestre pero, según los analistas, dejando una deuda que para finales de 2009 habrá duplicado el PIB, lo que llevó a declarar al señor Hatoyama que “la situación en Japón no me permite saborear la victoria”. El virtual primer ministro es una curiosa mezcla de populista y magnate: es miembro de una de las más sólidas dinastías políticas, pues su abuelo fue Primer Ministro y su padre Ministro de Exteriores, y de una de las grandes familias industriales de Japón. Asegura que en su gobierno pondrá en marcha toda una red de apoyo social al ciudadano, a la familia y a quienes “el capitalismo a ultranza de los últimos años dejó en la estacada”.

Tenemos una gran confianza en la seriedad y la solidez de las instituciones japonesas, empezando por su sistema electoral que, como se vio el domingo, refleja fielmente la voluntad de los electores. Allí no hay fisuras ni rompimientos abruptos porque en el fondo está el carácter, la historia y la cultura milenaria del Japón. Para nosotros, ese viraje no es propiamente hacia la izquierda, como se han apresurado algunos a calificarlo, utilizando el cartabón occidental, sino la expresión de un deseo de cambio y renovación institucional de pronóstico reservado. Japón es un país que tiene apenas medio siglo de democracia, pero en ese medio siglo, como en todas las cosas que hacen allí, han alcanzado un grado de calidad en el ejercicio democrático a la altura de las democracias más maduras y estables del mundo.

No hay comentarios: