sábado, 12 de septiembre de 2009

¿Estado sin opinión?

Por: Luis Carvajal Basto

El Espectador, Bogotá

Septiembre 12 de 2009

Es una dicotomía falsa contrastar el concepto de Estado de opinión con el de Estado de Derecho. Tampoco se puede gobernar o acceder al gobierno (hacer política) desconociendo a la opinión pública.

La opinión, producto de una sociedad informada, es el coco de los dictadores en las sociedades contemporáneas. Su proceso de formación, siendo complejo, reconoce a la ciudadanía la capacidad de tener criterios, sentimientos o emociones sobre diferentes asuntos, cosa que no gusta a quienes creen conocer de antemano lo que piensan y quieren las personas.

Sin que la Ciencia Política tenga los niveles de precisión de las exactas, dispone de herramientas que le van permitiendo aproximarse cada vez mejor a las “verdades” de los sujetos y objetos que estudia. Una muy usada, las encuestas, no para “predecir”, sí para “medir”.

Esto, porque una encuesta bien realizada está desde hace bastante fuera de discusión. No se puede gobernar con base en encuestas, pero tampoco se aconseja hacerlo, aunque se puede, sin ellas.

El Estado de opinión no es una forma de organización de la sociedad diferente al de derecho. Es uno que toma en cuenta el sentir de la ciudadanía como insumo para sus decisiones y “medir” el éxito o fracaso de sus políticas públicas. Todo esto en el marco de las Leyes, pero sin desconocer el sentir ciudadano y su voluntad, a veces cambiante.

Reyes y dictadores gobernaron sin tener en cuenta a la opinión. La democracia, basada en ella, permite que los ciudadanos escojan entre diferentes proyectos de gobierno. Resulta elemental conocer las reglas que determinan su formación para acceder al gobierno.¿ A alguien se le puede ocurrir que para gobernar no?

Los formadores de opinión son fundamentales en democracia, en cuanto expresan diferentes formas de interpretar los asuntos de interés público. Pero eso es diferente a que sus opiniones sean acatadas. Es algo similar a lo que ocurre con los medios.

Estudios realizados en diferentes lugares del mundo (también nuestra Constitución), adjudican a estos (incluida la red) las funciones de formar, informar y recrear, limitando su papel a establecer una agenda de temas que se presenta a la opinión pero que también la interpreta.

Para decirlo de manera sencilla su alcance llega hasta a decir “en que” pero no “que” pensar. Debe tenerse en cuenta que opiniones y medios no son el factor exclusivo ni determinante en las decisiones electorales de las personas. Apenas uno más. La pregunta de la revista Cambio en su última edición, acerca del divorcio entre columnistas (La mayoría contra la reelección) y opinión (64% a favor según última encuesta de invamer y subiendo) es “inocente” y no hace sentido.

Tampoco lo hace, acusar a este gobierno o a cualquiera de tener en cuenta a la opinión pública para gobernar. A menos que se quiera usar tal acusación como insumo político. Sería tan inútil como acusarle por “escuchar a la gente” perdiendo doblemente quien acusa.

¿Lo que yo quiero es lo que quiere la gente? ¿Cómo hacer converger mi propio interés con el de todos o la mayoría? Esta no es una pregunta para Rousseau, quien la respondió, sino para quienes hacen política o la analizan solamente con sus propios deseos. Quien gobierna bien, gana. Quien además lo hace con la opinión, acierta.

Posdata:

La corte Suprema cambia su jurisprudencia el mismo día que se define la reelección en el Congreso; a continuación este discute un proyecto de Ley para que a sus miembros no los juzgue la Corte. Si esto sigue ¿Quién dirá la última palabra?¿Será útil saber quien se deslegitimó primero?

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