sábado, 12 de septiembre de 2009

Las garantías de Brasil

Editorial

El Mundo, Medellìn

Septiembre 12 de 2009

Si las garantías del Brasil no son suficientes y satisfactorias no tendríamos porqué otorgar las nuestras.

El Consejo de Defensa de la Unión de Naciones de Sudamérica se reunirá el martes en Quito, y allí tendrá que ir a poner de nuevo la cara sobre el manoseado tema de las bases militares el ministro de Defensa, Gabriel Silva, quien lleva la posición del Gobierno de que ese no puede ser el tema único de la reunión sino también el del auge del armamentismo en la región, esbozado apenas por algunos mandatarios en la cumbre de Bariloche del 28 de agosto pasado.


En esa cumbre, como ya se había hecho en la llamada “gira muda” del presidente Uribe y su canciller Bermúdez, y en muchos otros escenarios, ese acuerdo se explicó y debatió; el gobierno de los EEUU ha hecho lo propio, no con la contundencia necesaria pero sí cada vez con mayor claridad, en el sentido de que no serán bases norteamericanas en Colombia sino bases colombianas con participación de personal militar y civil de EEUU –cada vez en menor número– y apoyado especialmente en equipo técnico altamente especializado para la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, sin proyección operativa más allá de nuestras fronteras, porque aquí tenemos esos gravísimos problemas y, en consecuencia, está plenamente justificada la alianza para combatirlos.


Antes de la cumbre de Bariloche, en la primera semana de agosto, se habían reunido en Cartagena, el Gral. Douglas Fraser, jefe del Comando Sur de los EEUU, los comandantes de las Fuerzas Militares de Perú, Paraguay, Brasil, Uruguay, Chile y Argentina; así como los ministros de Defensa de Panamá, Uruguay y México, y el general brasilero José Roberto Machado Silva, presidente de la Junta Interamericana de Defensa, ante los cuales el ministro Silva y el comandante de las FFMM de Colombia, general Padilla, explicaron ampliamente el acuerdo militar y el alcance de las bases antinarcóticos y antiterrorismo, y todos los asistentes se declararon satisfechos con las explicaciones. Además, en vísperas de la cumbre de presidentes, los ministros de Defensa de Brasil y Colombia se reunieron en Bogotá, trataron el tema de las bases y al final ratificaron “el excelente momento en el que se encuentran las relaciones bilaterales” y acordaron “profundizar, aún más, el intercambio industrial y tecnológico en materia naval, aérea y terrestre”.


No entendemos, entonces, la machacona insistencia del canciller brasileño Celso Amorim, que ayer pidió por enésima vez, en rueda de prensa con corresponsales extranjeros, “transparencia, medidas que generen confianza y garantías”, so pretexto de que ese acuerdo militar “incomoda no sólo a Brasil sino a todos o casi todos los países de América del Sur”. Una vez más queda manifiesta la malevolencia del señor Amorim por Colombia, porque en la Declaración de Bariloche no sólo no se condenan sino que ni siquiera se mencionan las dichosas bases, y lo único claro allí fue la obstinada oposición, previsible, por lo demás, de los presidentes del Alba (Venezuela, Bolivia y Ecuador), el apoyo claro de Perú al derecho soberano de Colombia a firmar ese acuerdo con EEUU, y la manifestaciones respetuosas y con algunas reservas de los demás mandatarios, incluido el de Brasil.


Otra vez tenemos que lamentar la actitud timorata de nuestra cancillería, pues la carrera armamentista de Brasil y, especialmente, la última negociación con Francia, no solo justifica reclamar una explicación como la que se nos ha pedido tan insistentemente sobre las bases, sino que justificaría la notificación de que, frente a esa realidad, vamos a buscar que el acuerdo militar con los EEUU tenga más alcance, ya que por sus condiciones económicas Colombia no está en capacidad de disputar esa carrera y, entonces, si las garantías del Brasil no son suficientes y satisfactorias no tendríamos porqué otorgar las nuestras.


Con mucho gusto les damos las garantías y pedimos a nuestro aliado que también las dé. Pero esto debe ser recíproco, pues, como país colindante, Colombia tendría el mismo derecho a exigir garantías de que todo ese poderío naval y aéreo adquirido en días pasados no está dirigido contra nuestras fronteras. Y esas garantías deberían ser de la misma calidad y convicción que las que estarían dispuestos a aceptar de nosotros. Y aunque Colombia ya las ha dado, las puede reiterar y ampliar en el escenario que se le pida, empezando por el gaseoso Consejo de Seguridad de Unasur.


Dice el señor Amorim que “no es que Brasil se vea amenazado por la presencia militar estadounidense, sino que a cualquier país le preocupa tener cerca de su territorio bases extranjeras de grandes potencias”. A nosotros sí que nos preocupa el armamentismo de una potencia como Brasil, que abre a futuro un horizonte de posibles objetivos sobre el territorio colombiano. Que no nos vengan a contar que la flotilla de cazabombarderos y los submarinos, uno de ellos atómico, son para enfrentar un ataque de Rusia o China. En cambio sí puede ser factible que se preparen para una eventual confrontación con EEUU, a lo que no le vemos mucho sentido, pero, en ese hipotético caso, Colombia sería la principal amenazada, precisamente porque el acuerdo militar y la presencia de tropas de EEUU implicarían que somos un aliado de su enemigo y un blanco más fácil de atacar.


En conclusión, y ojalá tomara nota nuestro Gobierno, la única posibilidad económica y física de equilibrar a Colombia dentro de esa carrera armamentista de nuestros vecinos, es precisamente una intensificación al máximo de la alianza militar con EEUU, incluyendo las iniciativas de nuevas bases que aquí hemos propuesto. Pero ya volveremos sobre el tema, pues queda mucha tela de donde cortar.

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