jueves, 3 de septiembre de 2009

La comedia en tres actos

Alberto Velásquez M.

El Colombiano, Medellín

Septiembre 2 de 2009

Entre las conclusiones más evidentes que dejó el agridulce encuentro de presidentes de Unasur en Bariloche, hay tres que merecen destacarse.

La primera es la forma como se crece Uribe Vélez en el castigo. No se deja arrinconar de la gavilla vocinglera. Arremete con la fuerza de sus argumentos a medida que arrecian las críticas por acerbas que sean. Es un hábil dialéctico. Conserva la reflexión en la exposición -por lo menos en los careos internacionales-, así por dentro arda su sangre. Sabiendo que iba a ocupar el banquillo de los acusados para recibir toda clase de sindicaciones de la cuadrilla tercermundista, no se amilanó y menos se corrió. Terminó por salir airoso sobre los gruñones populistas. Evitó que el espíritu antigringo -evidente en la inmensa mayoría de la clientela de Unasur- se impusiera para condenar el acuerdo de cooperación militar entre los yanquis y Colombia. Ojalá esta insularidad colombiana en la defensa de la cooperación norteamericana genere efectos positivos y concretos en materia de las relaciones comerciales bilaterales, más que almibaradas declaraciones de amor de las cuales está harta nuestra común historia, agitada desde el despojo de Panamá...

La segunda conclusión se relaciona con las posiciones oscilantes del coronel Chávez. Un picapleitos para agraviar en el monólogo. Pero que se derrumba cuando se le incorpora a su histriónica escenografía, el diálogo controversial. Que se diluye cuando cara a cara tiene que enfrentar a sus adversarios. Allí se traga la lengua. En sus programas caraqueños de "Aló presidente" se despacha contra sus opositores en medio del aplauso rabioso de sus validos y comensales. En Unasur, con Uribe confrontándolo a tres pasos de distancia, se corrió. No pudo responder a los emplazamientos de Uribe para que reiterara los ataques sistemáticos contra Colombia y su jefe de Estado. Por supuesto que tres días después, querellando en solitario y en su propio patio, atacaría con la fuerza del capataz, cuando no tenía al retador de frente. Es el temperamento dual del demagogo.

En Unasur -tercera conclusión del laberinto conceptual- se ratificó, tanto la desconfianza suramericana con las asociaciones militares estadounidenses, como la existencia de las dos Américas del Sur. La que avanza en democracia con desarrollo y libertad y la que sigue aferrada, con discursos nacionalistas, a los viejos esquemas de las estatizaciones y mordazas políticas a los medios de opinión pública. El mundo vio un Brasil que quiere ser potencia mundial y punto de equilibrio entre los vientos cruzados de las ideologías del continente y una Venezuela, un Ecuador y una Bolivia a la búsqueda de un protagonismo con relojes atrasados en el tiempo y en la historia.

Esta trilogía -de los Chávez, los Evos y los Correas- sería la porción de América que hoy haría repetir las desencantadas palabras de Bolívar, camino al destierro: "Esta América es ingobernable... la única cosa que se puede hacer en América es emigrar... Este país -refiriéndose al Ecuador, cosa que también tendría validez para Venezuela- caerá en manos de multitudes desenfrenadas para pasar a tiranuelos insignificantes de todos los colores y razas...".

Así pensaba el Libertador hace 180 años y así, seguramente, seguiría pensando si abriera sus ojos para percatarse de la América locuaz y populista que explota su ideario.

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