Por José Manuel Acevedo M.
Vanguardia Liberal, Bucaramanga
Septiembre 22 de 2009
Siempre que hemos hablado de Tomás y Jerónimo Uribe clamamos por actuaciones limpias y conducta de lujo. No dejamos de decir que el cuidado con el que deben obrar es superior al de cualquier ciudadano pues son los hijos del Presidente. Pero la inicua persecución emprendida por el periodista Daniel Coronell, es reprochable por la falta de verdad y censurable por los intereses que se esconden detrás. Coronell ha traído a cuento unas supuestas relaciones non sanctas que tendría Tomás con un sórdido personaje llamado Javier Socarrás.
Acusa al mayor de los hijos del Presidente de tráfico de influencias, de haberle conseguido puestos a Socarrás y, en esta época en la que las notarías están de moda, también lo ha comprometido con el nombramiento de una notaría de Tunja, contando no sólo con la audiencia de un país que va creyendo todo lo que le dicen, sino – y lo que es más grave – con la complicidad de una Corte Suprema de Justicia para la que cualquier denuncia en contra de los Uribe es como música para sus oídos.
Se equivoca Coronell cuando dice, por ejemplo, que gracias a Tomás, Javier Socarrás obtuvo el favor del Ministerio de la Protección Social en la consecución de una pensión que pretendía cobrar fraudulentamente, y haciendo alusión, en una carta enviada al Presidente, a su cercanía con el ‘delfín’ y a una resolución falsa de esa entidad.
No sólo no le dieron la pensión, sino que el Ministerio también denunció penalmente a Socarrás por la manera en que pretendía ilegalmente hacerse a ella, desde el 20 de Junio de 2008 en un proceso cuyo radicado existe efectivamente en esa fecha y que avanza con la reserva sumarial correspondiente.
Aunque es verdad que el tal Socarrás es un bandido y quería utilizar el nombre de Tomás para conseguir sus propósitos, en por lo menos dos correos electrónicos de 2007 y 2008 que están a disposición de Coronell y de las autoridades competentes, Uribe le dice al personajillo en cuestión que no es transparente que él interceda por Socarrás para conseguir puesto alguno, y en otro menciona que se ha enterado de que está aprovechándose de una falsa amistad entre los dos para conseguir sucios propósitos; censura esta actitud y reclama de Socarrás que se abstenga de hacerlo y diga siempre la verdad.
Coronell ha sabido de la existencia de este material, pero lo guarda convenientemente y sigue adelante con su cadena de difamaciones. Sabe que, por ahora, es intocable pues ni el Presidente ni sus hijos lo denunciarán por injuria y calumnia a riesgo de someterse a un fustigamiento internacional por “coartar la libertad de prensa” de este irresponsable caballero. Sepa, sin embargo el Señor Coronell, que no todos comemos cuento y que este debate apenas comienza…
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