martes, 22 de septiembre de 2009

Las lecciones de Honduras

Juan Pablo Convers*

El Tiempo, Bogotá

Septiembre 22 de 2009

¿Sucesión constitucional o golpe de Estado? Lo cierto es que a tres meses de estallada la crisis los sucesos ocurridos en Honduras representan un precedente histórico-político ineludible de defensa a la democracia y la libertad que marca el inicio de una nueva y convulsionada época en las relaciones internacionales del continente. La deposición forzada de Manuel Zelaya y su reemplazo por el gobierno interino de Roberto Micheletti han puesto sobre el tapete los complejos entramados del escenario geopolítico regional y el juego de poder entre sus actores dejándonos invaluables lecciones.

La primera de ellas, obsequiada por la OEA (Organización de Estados Americanos) y no precisamente por haberla puesto en práctica, es que no hay que esperar a que se expulsen a los presidentes y a que ocurra una crisis interna para defender con firmeza la democracia; y que no se puede ser selectivo ni oportunista a la hora de salvaguardar el orden constitucional.

Así, llama profundamente la atención el hecho de que ni el organismo continental, ni sus actores por separado, se pronunciaran con fuerza y determinación ante la previa iniciativa inconstitucional de Zelaya de saltarse las instituciones y establecer una "cuarta urna" con el fin de modificar la Carta bajo el molde de las exiguamente democráticas constituciones bolivarianas.

Mucho menos ha reaccionado el organismo ante la visible concentración de todos los poderes públicos y su sujeción incuestionada al Ejecutivo a través de reformas de la Constitución y la implementación de leyes controvertidas adelantadas por los presidentes de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, que atentan contra el principio democrático-republicano de la separación e independencia de los poderes. ¿Habrá que esperar entonces, nuevamente, a que se desate una violenta crisis interna para que la OEA tome medidas encaminadas a "instaurar la democracia"?

De aquí se desprende la segunda lección: la democracia no consiste en una simple sucesión periódica de elecciones y consultas; sino, fundamentalmente, en la defensa del orden constitucional y de las instituciones, así como de los mecanismos y principios esenciales para el mantenimiento de la libertad y el Estado de Derecho.

Sin embargo, la nueva apuesta política de la OEA, al suspender a Honduras y abrirle las puertas a Cuba, significa la deformación de la democracia liberal en democracia plebiscitaria (gestora de autoritarismos electorales); cuestión que simboliza peligrosamente la aceptación del absurdo chavista de que Cuba es actualmente más democrática que Estados Unidos, porque se llevan a cabo elecciones periódicas con mínimos índices de abstención (todas orquestadas y dirigidas por el régimen), y que Venezuela es el país más democrático de América por los 12 procesos electorales y consultivos adelantados en menos de 10 años (los cuales han significado las reformas constitucionales más antidemocráticas que le han permitido al gobierno legalizar una peligrosa estructura autoritaria).

Los países de América, en especial las democracias ejemplares de Chile y Brasil (que se enorgullecen de ser tolerantes, pluralistas, desprovistas de personalismos y respetuosas de las instituciones), por cuestiones de conveniencia política, se han plegado, así, al ideario bolivariano del Alba, traicionando la Carta Interamericana con el fin de evitar legitimar, posiblemente, futuros "movimientos golpistas" contra sus propios gobiernos. Han aprovechado descaradamente que Honduras es un país pequeño -la tercera economía más pobre del continente- que no produce petróleo ni posee alguna riqueza exportable de interés regional, para demostrar la efectividad de un organismo cuestionado por su inoperancia y erigirlo como el patriarca de la ética política latinoamericana en una apuesta que les ha resultado prácticamente gratis.

Error lamentable, pues esta adoración a falsos ídolos y falsas democracias ha hecho que sea la OEA, y no Honduras, quien retroceda hacia las "décadas superadas" de nuestra historia. Como última y lamentable lección, la tan fustigada defensa de Honduras a su soberanía e instituciones y la aceptación tácita de las más desdeñables prácticas inconstitucionales y antidemocráticas perpetradas por actores que sí tienen algún peso representativo en la región nos viene enseñando que, gracias a la conveniencia política y a la hipocresía ideológica, cuando la democracia carece de dolientes la única historia posible para la frágil libertad es la crónica de una muerte anunciada.

* Politólogo

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