Por Sergio Muñoz Bata
El Tiempo, Bogotá
Septiembre 16 de 2009
Envalentonados por la inusitada insolencia de un representante de Carolina del Sur al Congreso que interrumpiera el discurso del Presidente la semana pasada, el ala talibán del Partido Republicano se ha lanzado frontalmente contra los indocumentados.
Hoy, lo más probable es que ya el mundo entero sepa que mientras el presidente Barack Obama explicaba que la reforma del sistema de cuidado de salud no favorecería a quienes se encuentran ilegalmente en el país, el representante republicano Joe Wilson rompió con el protocolo y las reglas del Congreso, que exigen decoro y respeto a la figura presidencial, y a medio discurso le gritó que mentía.
Lo que no es muy conocido es que Wilson pertenece a un grupo llamado 'Hijos de Veteranos de
La verdad, simple y llana, es que el que miente es Wilson. Los proyectos de ley que se discuten en
Y aun suponiendo que valiéndose de su pobreza algunos indocumentados sigan recibiendo algún tipo de cuidado médico a través de Medicaid, el sistema creado para atender a los más pobres, según organizaciones independientes como Tax Foundation, el número de solicitantes sería tan pequeño que jamás tendría el impacto económico que Wilson y sus talibanes aseguran que tendría.
Tal y como están ahora redactados los proyectos de ley, los indocumentados no calificarían para comprar seguro médico ni para recibir subsidios; tampoco serían obligados a comprar el seguro.
Y esto, aunque lo celebren los talibanes, debería más bien ser motivo de preocupación porque entre quienes no tienen acceso a servicios médicos están los que cocinan los alimentos y sirven en las mesas de los restaurantes y los que a diario entran a las casas de la clase media trabajadora a cuidar a sus hijos.
Situado al extremo oriente de la nación, es probable que el Wilson de Carolina del Sur no se haya enterado de la debacle política de su partido en California propiciada por la actitud antiinmigrante de otro Wilson.
Buscando asegurar su reelección en 1994, Pete Wilson culpó a los indocumentados de todos los males que afectaban al estado. Con sus mentiras, logró una victoria pírrica, pues no sólo se ganó la antipatía de los votantes latinos, sino que condenó a su partido a la irrelevancia política. Y que nadie se engañe, años después; Arnold Schwarzenegger ganaría la gubernatura no por ser republicano, sino por ser un taquillero actor de Hollywood.
Hoy, desgraciadamente para la democracia, los republicanos en California son una minoría tan debilitada que sólo sirve para estorbar y es por eso que le corresponde al ala ilustrada del partido recuperar su sitio como oposición leal. Ahora es cuando las voces de la cordura deben aparecer y poner fin a la estridencia.
No olvidemos que fue el mismísimo John McCain quien por años se esforzó por terminar con la demonización de los indocumentados y mostró que un conservador racional podía trabajar con un liberal como Ted Kennedy para proponer una reforma del sistema migratorio que incluía la legalización de aquellos que hoy Joe Wilson se deleita en denostar.
Para sacar al país del serio problema en el que se encuentra se necesita el concurso de los dos partidos y esa colaboración debería empezar acordando los términos de la reforma del sistema de salud para proseguir después con la reforma integral del sistema migratorio nacional.
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